Hola,
Este es, casi con toda probabilidad, el último artículo de este blog.
Es el capítulo final, la narración de la llegada del día que más se desea y se teme a la vez. Ese momento que sabes que te va a destrozar por dentro, y que al mismo tiempo es el motivo último y único por el que has cuidado al hijo/a de otra persona como si fuera tuyo propio.
Ese día llegó hace ahora un mes. No he querido describir antes la situación por miedo a que las emociones distorsionasen el mensaje que quiero transmitir.
Arantxa tuvo una salida de nuestra familia extraordinaria. Ha encontrado una familia de verdad, SU familia, unos padres que la querrán como propia, más incluso de lo que la hemos amado Luz y yo, ya que tendrán la dicha de verla crecer, sufrirán sus problemas vitales en primera persona, la llevarán al médico, y a su primera cita en la discoteca, millones de cosas que nosotros no viviremos con Arantxa, pero que ella sí lo hará con sus padres, y su hermano !!!! (otro regalo más)
Sé que éste no es el foro para hablar de nuestros sentimientos, ya que se trata de los sentimientos de la niña, motivo por el que nos hemos guiado en todo momento, pero no puedo dejar de hacer una precisión. Es duro, es terrible la separación. Aún con el orgullo del trabajo bien hecho, con nuestro ego inflado cual muñeco de la Michelin, el dolor que se siente al separarse de un ser con el que has convivido cerca de un año es espantoso. No poder explicar a un bebé de un año porqué te separas de él, y verlo marchar en un mar de lágrimas, es algo que no está previsto en ningún idioma, por lo que no existen palabras para definirlo. Pero la dicha y la enorme felicidad que se siente por el mismo motivo es también inmensa.
Si fuese un balance contable os podría asegurar que el saldo ha sido positivo, con unos beneficios inconmensurables, pero el corazón no se rige por varas exactas, así que no puedo dejar de advertiros sobre el dolor que se siente en la separación.
Quiero también aprovechar este medio para agradecer a todos los miembros de Infància i família por su labor en este caso. Es fundamental para un buen desarrollo de la acogida confiar al mil por mil en los técnicos. Es imposible querer confiar en su criterio en el momento de entregarnos a Arantxa y creer que no serán igual de eficientes en el momento de encontrarle una familia. Os puedo asegurar que las muestras de profesionalidad por parte de estas personas han sido uno de los motivos que me han devuelto la confianza en el sistema.
Debo advertiros también, a los que estéis interesados en ser padres de acogida, que la relación que se crea con estas personas es extraordinaria. Sólo por conocerlas vale la pena dar un paso como éste. Aquí no se compran o venden patatas, en este proceso se gestiona la vida de un menor, es así de crudo, y estas personas se dedican a eso. ¿Qué más se puede decir en su favor?
Los papás de Arantxa además son muy buena gente, como se diría en un foro más casero, y nos han pedido incluso que no perdamos el contacto con la nena. No sé qué haremos, la verdad. Luz quiere saber de ella y yo prefiero que viva su vida sin saber nada de nuestro paso por ella.
El cariño que hemos recibido de todas las personas que han tenido algo que ver con Arantxa ha sido también algo extraordinario, nuestras familias, los amigos, los vecinos, los compañeros de trabajo, los comerciantes del barrio, todo el mundo se ha volcado en esa acogida con un amor que nos ha hecho tan y tan felices !!!
Despedimos a Arantxa con una fiesta, una gran fiesta de cumpleaños en la que se repartieron caramelos, pasteles, juguetes, besos, cariño, risas, abrazos, buenos deseos, además de la actuación estelar de un payaso que se ha ganado ya un lugar en nuestras vidas, y en la que se partió una gran piñata, amén de nuestros corazones.
Antes de cerrar este blog, que como veis alargo todo lo que puedo, quiero añadir sólo una cosa más,
ES DE LAS MEJORES COSAS QUE NOS HAN PASADO EN LA VIDA
Y EN CUANTO VOLVAMOS, REPETIREMOS.
Un beso para todos, y muchas gracias con todo nuestro corazón. Sin vuestra ayuda esto no se habría podido realizar.
Jordi, Luz y la Arantxa que se ha quedado en nuestra alma.
Diario de una acogida ...
Este sitio pretende ser el pequeño diario de la historia de una acogida. Durante diez meses hemos compartido lo mejor de nuestra vida con un bebé que en breve no estará con nosotros, y que no volveremos a ver. Es de lo mejor que nos ha ocurrido jamás.
dimecres
dimarts
La peor frase
De todas las cosas que hemos escuchado en este tiempo, reconozco que hay una que me molesta. Casi con toda seguridad, es la que más me molesta.
La mayor parte de la veces, sobre todo cuando la gente asegura que Arantxa se parece a nosotros, no decimos nada, ni damos ninguna explicación al respecto. Lo aceptamos como una pequeña broma entre Luz y yo, y aseguramos al interlocutor de turno que estamos muy contentos de que la niña se parezca tanto a "sus padres". Lo hacemos sin ninguna malicia, la verdad, pero es divertido y además nos ahorra dar explicaciones breves sobre un tema tan complejo.
El problema y la causa de mi molestia viene cuando nos explicamos. Hay otras veces, con gente de más confianza o trato, o en reuniones en las qué, sin que seamos nosotros los informadores, el resto de la gente ya se ha enterado por terceros de la situación de Arantxa, cuando oímos la frase de rigor, "pobrecita", o como decimos en Catalunya, "pobreta la nena".
Me molesta. Nos molesta.
¿Por qué pobrecita? ¿Qué clase de falsa piedad implica esa frase? Muchas veces, más que la frase en sí, lo doloso es la entonación. Una entonación que implica acusación a su estado. Al principio reconozco que tenía más paciencia y que en muchas ocasiones intentaba incluso explicar que Arantxa no es "pobrecita", sino un ángel con mucha suerte, toda la suerte de la que es capaz de atesorar un ser vivo blanco en un país avanzado.
¿Pobrecita por qué, por estar viva, por estar con una familia que la quiere, por qué irá con otra familia que la querrá aún más? ¿Por qué esa entonación que pone a la niña en un escalón diferente al resto?.
Arantxa, y todos los niños que están en su situación, han tenido quizá la desgracia de no poder vivir (aunque sea de manera temporal) con sus padres biológicos, pero yo me pregunto, ¿es acaso una ventaja estar con los padres biológicos?, ¿es necesario a estas alturas de la vida recordar la cantidad de niños "no pobrecitos" que viven o han vivido con sus padres biológicos y que no han sido felices?
Lo único que hace desgraciado a una persona en la vida es la falta de amor, y Arantxa, como todos sus "hermanos", está colmada de amor, repleta hasta las arrugas más pequeñas de su cuerpo.
Así pues, pido disculpas por mi falta de tacto en ocasiones, pero también quiero compartir con todos los que puedan leer estas palabras mi reflexión. No juzguemos. Ni a los niños ni a los padres. Una persona amada nunca es "pobrecita", es rica y próspera.
Así nos sentimos Luz y yo, ricos y prósperos, plenos como un odre del amor de Arantxa.
La mayor parte de la veces, sobre todo cuando la gente asegura que Arantxa se parece a nosotros, no decimos nada, ni damos ninguna explicación al respecto. Lo aceptamos como una pequeña broma entre Luz y yo, y aseguramos al interlocutor de turno que estamos muy contentos de que la niña se parezca tanto a "sus padres". Lo hacemos sin ninguna malicia, la verdad, pero es divertido y además nos ahorra dar explicaciones breves sobre un tema tan complejo.
El problema y la causa de mi molestia viene cuando nos explicamos. Hay otras veces, con gente de más confianza o trato, o en reuniones en las qué, sin que seamos nosotros los informadores, el resto de la gente ya se ha enterado por terceros de la situación de Arantxa, cuando oímos la frase de rigor, "pobrecita", o como decimos en Catalunya, "pobreta la nena".
Me molesta. Nos molesta.
¿Por qué pobrecita? ¿Qué clase de falsa piedad implica esa frase? Muchas veces, más que la frase en sí, lo doloso es la entonación. Una entonación que implica acusación a su estado. Al principio reconozco que tenía más paciencia y que en muchas ocasiones intentaba incluso explicar que Arantxa no es "pobrecita", sino un ángel con mucha suerte, toda la suerte de la que es capaz de atesorar un ser vivo blanco en un país avanzado.
¿Pobrecita por qué, por estar viva, por estar con una familia que la quiere, por qué irá con otra familia que la querrá aún más? ¿Por qué esa entonación que pone a la niña en un escalón diferente al resto?.
Arantxa, y todos los niños que están en su situación, han tenido quizá la desgracia de no poder vivir (aunque sea de manera temporal) con sus padres biológicos, pero yo me pregunto, ¿es acaso una ventaja estar con los padres biológicos?, ¿es necesario a estas alturas de la vida recordar la cantidad de niños "no pobrecitos" que viven o han vivido con sus padres biológicos y que no han sido felices?
Lo único que hace desgraciado a una persona en la vida es la falta de amor, y Arantxa, como todos sus "hermanos", está colmada de amor, repleta hasta las arrugas más pequeñas de su cuerpo.
Así pues, pido disculpas por mi falta de tacto en ocasiones, pero también quiero compartir con todos los que puedan leer estas palabras mi reflexión. No juzguemos. Ni a los niños ni a los padres. Una persona amada nunca es "pobrecita", es rica y próspera.
Así nos sentimos Luz y yo, ricos y prósperos, plenos como un odre del amor de Arantxa.
dimecres
Ejercer de padres sin complejos
Todavía hoy me sorprendo de lo sencillo que ha sido ejercer de padres. La verdad es que yo nunca lo había hecho, sí Luz con un hermanito suyo al que le hizo de mamá durante un tiempo, pero tanto a uno como al otro nos ha resultado muy fácil tener paciencia y amar con locura a Arantxa.
No negaré que muchas veces, mientras la cubría a besos como si le fuesen a impregnar la piel cual tinta mágica en un tatuaje imborrable, pensaba que no estaba bien, que no debería querer tanto a una niña que no nos pertenecería más allá de unos meses, pero cómo iba a negarme el placer tan inmenso que supone besar a un bebé. No podía.
Quizá ahora el dolor sería menor, no lo sé, pero la sensación de no haber hecho bien la faena a la que nos comprometimos de corazón, ocuparía el lugar que ahora sólo se llena con la satisfacción. Muchas veces hablamos con Luz que no debíamos "comprometernos" tanto con Arantxa, pero qué sabe ella de todo este mundo de adultos en el que nada es lo que parece. ¿Quién iba a explicarle a la niña que los que ahora veía como sus padres no podían quererla del todo porque en un tiempo iniciaría otra vida apartada de ellos?
Nunca, ni un sólo segundo, le hemos negado a Arantxa todo el amor que hemos sido capaces de dar, y después de una larga conversación con Luz, que duró unas tres millonésimas de segundo, convinimos en ejercer de padres sin ningún tipo de complejo. Así hemos paseado nuestro orgullo de compartir la vida con Arantxa allí donde hemos ido, y hemos podido vivir diez meses maravillosos.
El cariño dado ha sido devuelto elevado a la enésima potencia, ya que cada vez que la vemos en sus fotos jugar, durmiendo, disfrutando de su baño, o cualquiera de las actividades que realizaba, su rostro es de felicidad plena, y eso, desde el más puro e íntimo de los egoísmos, nos llena con un orgullo incomparable.
¡Qué maravilloso es el egoísmo de ser padres!
No negaré que muchas veces, mientras la cubría a besos como si le fuesen a impregnar la piel cual tinta mágica en un tatuaje imborrable, pensaba que no estaba bien, que no debería querer tanto a una niña que no nos pertenecería más allá de unos meses, pero cómo iba a negarme el placer tan inmenso que supone besar a un bebé. No podía.
Quizá ahora el dolor sería menor, no lo sé, pero la sensación de no haber hecho bien la faena a la que nos comprometimos de corazón, ocuparía el lugar que ahora sólo se llena con la satisfacción. Muchas veces hablamos con Luz que no debíamos "comprometernos" tanto con Arantxa, pero qué sabe ella de todo este mundo de adultos en el que nada es lo que parece. ¿Quién iba a explicarle a la niña que los que ahora veía como sus padres no podían quererla del todo porque en un tiempo iniciaría otra vida apartada de ellos?
Nunca, ni un sólo segundo, le hemos negado a Arantxa todo el amor que hemos sido capaces de dar, y después de una larga conversación con Luz, que duró unas tres millonésimas de segundo, convinimos en ejercer de padres sin ningún tipo de complejo. Así hemos paseado nuestro orgullo de compartir la vida con Arantxa allí donde hemos ido, y hemos podido vivir diez meses maravillosos.
El cariño dado ha sido devuelto elevado a la enésima potencia, ya que cada vez que la vemos en sus fotos jugar, durmiendo, disfrutando de su baño, o cualquiera de las actividades que realizaba, su rostro es de felicidad plena, y eso, desde el más puro e íntimo de los egoísmos, nos llena con un orgullo incomparable.
¡Qué maravilloso es el egoísmo de ser padres!
divendres
Las visitas con la familia biológica
La primera visita con la familia biológica fue todo un acontecimiento para nosotros. Arantxa tenía entonces tres semanas y durante ese tiempo sólo había "visto" a su mamá los tres primeros días de vida.
Muchas veces durante esta fascinante experiencia nos hemos puesto en la piel de la madre de Arantxa. No tenemos muchos datos de sus padres, pero que su capacidad, digamos social, fuese insuficiente no indica que también lo fueran sus sentimientos.
No creo que nadie pueda comprender el dolor que debe sentir una madre al verse arrebatada de su hija cuando todavía sus mamas no han dejado de producir leche.
Con estos planteamientos nos presentamos a la primera visita. Vestimos a la nena con ropa que, aún siendo de su edad, le iba grande. Un vestido rosa fucsia con un delantal verde pistacho y sus primeros zapatos. Ni siquiera abría los ojos. Nos la comimos a besos y le hicimos mil fotos.
La entrega de la niña a los padres se realiza a través de una cuidadora que es quien la lleva ante ellos, de manera que nosotros siempre quedamos al margen de las visitas. Éstas duran una hora y se hacen siempre en la sede de la Generalitat de Catalunya para la infancia, no sé muy bien el nombre exacto, pero es un edificio enorme, de ventanas gemelas en el que cualquier intento por destacar es inmediatamente tragado por el conjunto.
La dejamos a la hora prevista y nos fuimos a comer. Huelga decir que los nervios pudieron al hambre. A Arantxa la preparamos bien, la cambiamos y le dimos de comer, pero no todo su biberón, que dejamos preparado para que la mamá gozase del placer de alimentar a su hija aunque fuese durante unos minutos.
Al cabo de una hora y cuarto nos devolvieron a Arantxa. La cuidadora, una niña de una calidad humana extraordinaria, nos explicó un poco como había ido la visita. Desconcierto, emoción, rabia, ansiedad, y miedo, mucho miedo. Miedo de no saber si volverían a ver a su hija. En las primeras visitas, los padres, porque acudieron los dos, estaban a prueba. Los técnicos evaluarían a partir de esas visitas con Arantxa la capacidad real de ellos para hacerse cargo de su hija.
¿Cómo sobreponer la claridad de ideas en alguien que no la tiene habitualmente, y además en una situación de pánico? Era imposible que saliese bien.
Desde esta visita se han sucedido doce o trece más, el resultado en todas ha sido un poco diferente. Arantxa, después de ver a su madre ha llegado a estar un par de días incluso sin comer. Y sólo compartía con ella una hora. Tanto Luz como yo le hemos enviado todo nuestro cariño a esa mujer, porque ella ha sido una de las mayores portadoras de la mochila de la pena.
Para nosotros las visitas siempre fueron un motivo de alegría, y también una especie de pequeño examen a nuestra labor por parte de la verdadera madre de Arantxa. Desde aquí le enviamos un beso y un abrazo enorme, y esperamos que sepa perdonar que nosotros hayamos disfrutado de la compañía de su hija. Ojalá las circunstancias hubiesen sido otras, pero la vida es extraña muchas veces, y en este caso no ha sido una excepción.
Nosotros, padres sin serlo, hemos disfrutado del amor absoluto a una niña que no era nuestra hija, mientras sus verdaderos padres no han podido hacerlo, y al final, unos terceros han sido los depositarios de tanta fortuna. ¿Es o no extraño?
Yo me pregunto muchas veces, en este blog ya lo he hecho varias y en otros escritos también, cómo es posible que una cosa tan sencilla en apariencia como tener padres, se complique tanto. ¿Y cómo es posible que a una persona que no tiene ni un sólo gen directo nuestro, la hayamos amado de esta forma?
Es mejor creer en el destino.
Muchas veces durante esta fascinante experiencia nos hemos puesto en la piel de la madre de Arantxa. No tenemos muchos datos de sus padres, pero que su capacidad, digamos social, fuese insuficiente no indica que también lo fueran sus sentimientos.
No creo que nadie pueda comprender el dolor que debe sentir una madre al verse arrebatada de su hija cuando todavía sus mamas no han dejado de producir leche.
Con estos planteamientos nos presentamos a la primera visita. Vestimos a la nena con ropa que, aún siendo de su edad, le iba grande. Un vestido rosa fucsia con un delantal verde pistacho y sus primeros zapatos. Ni siquiera abría los ojos. Nos la comimos a besos y le hicimos mil fotos.
La entrega de la niña a los padres se realiza a través de una cuidadora que es quien la lleva ante ellos, de manera que nosotros siempre quedamos al margen de las visitas. Éstas duran una hora y se hacen siempre en la sede de la Generalitat de Catalunya para la infancia, no sé muy bien el nombre exacto, pero es un edificio enorme, de ventanas gemelas en el que cualquier intento por destacar es inmediatamente tragado por el conjunto.
La dejamos a la hora prevista y nos fuimos a comer. Huelga decir que los nervios pudieron al hambre. A Arantxa la preparamos bien, la cambiamos y le dimos de comer, pero no todo su biberón, que dejamos preparado para que la mamá gozase del placer de alimentar a su hija aunque fuese durante unos minutos.
Al cabo de una hora y cuarto nos devolvieron a Arantxa. La cuidadora, una niña de una calidad humana extraordinaria, nos explicó un poco como había ido la visita. Desconcierto, emoción, rabia, ansiedad, y miedo, mucho miedo. Miedo de no saber si volverían a ver a su hija. En las primeras visitas, los padres, porque acudieron los dos, estaban a prueba. Los técnicos evaluarían a partir de esas visitas con Arantxa la capacidad real de ellos para hacerse cargo de su hija.
¿Cómo sobreponer la claridad de ideas en alguien que no la tiene habitualmente, y además en una situación de pánico? Era imposible que saliese bien.
Desde esta visita se han sucedido doce o trece más, el resultado en todas ha sido un poco diferente. Arantxa, después de ver a su madre ha llegado a estar un par de días incluso sin comer. Y sólo compartía con ella una hora. Tanto Luz como yo le hemos enviado todo nuestro cariño a esa mujer, porque ella ha sido una de las mayores portadoras de la mochila de la pena.
Para nosotros las visitas siempre fueron un motivo de alegría, y también una especie de pequeño examen a nuestra labor por parte de la verdadera madre de Arantxa. Desde aquí le enviamos un beso y un abrazo enorme, y esperamos que sepa perdonar que nosotros hayamos disfrutado de la compañía de su hija. Ojalá las circunstancias hubiesen sido otras, pero la vida es extraña muchas veces, y en este caso no ha sido una excepción.
Nosotros, padres sin serlo, hemos disfrutado del amor absoluto a una niña que no era nuestra hija, mientras sus verdaderos padres no han podido hacerlo, y al final, unos terceros han sido los depositarios de tanta fortuna. ¿Es o no extraño?
Yo me pregunto muchas veces, en este blog ya lo he hecho varias y en otros escritos también, cómo es posible que una cosa tan sencilla en apariencia como tener padres, se complique tanto. ¿Y cómo es posible que a una persona que no tiene ni un sólo gen directo nuestro, la hayamos amado de esta forma?
Es mejor creer en el destino.
dimecres
Los primeros biberones, el gran problema
Cuando apenas llevaba Arantxa con nosotros una semana, vimos que algo no funcionaba bien.
Comía con muchísima lentitud y apenas llenaba los pañales con la, digamos, fluidez aconsejable. Poco a poco, su barriguita se empezó a hinchar y nos asustamos.
Rápidamente la llevamos al pediatra asignado de la seguridad social, (desde aquí le doy las gracias a la doctora porque desde el primer día su trato ha sido EXQUISITO, muchas gracias doctora) y nos avisó, tras alguna prueba de urgencia, que Arantxa padecía alergia o intelorancia a la lactosa. Como ni yo ni Luz estábamos en disposición de ofrecer el pecho a la niña, ésta siempre se ha alimentado de biberón.
Las primeras leches que conseguimos en la farmacia sin lactosa, sólo al olor, eran profundamente desagradables. El color blanco propio de la leche dio paso a un marrón pajoso de textura y olor parecidos a cualquier cosa, menos a la leche. Arantxa decidió que esos inventos se los tomara otra persona, y así estuvimos casi una semana que tomaba un par de sorbos de biberón cuando el hambre la acuciaba, pero que se negaba a tomar apenas al segundo trago del mejunje.
Por fin, tras muchos intentos, dimos con la leche adecuada. Un invento (porque son eso) químico de textura, olor y color parecidos a la leche, pero sin lactosa. Arantxa comenzó a aceptar sus tomas con naturalidad, pero si puediéseis ver el resultado impregnado en sus pañales, os asustaríais. Sus deposiciones eran verdes y de una pestilencia impropia del culito de un bebé.
Pasamos los tres un par de meses muy complicados con ese tema. Al final la cosa se arregló, se le realizaron las pruebas de alergia y fueron negativas. Sólo se había tratado de una intolerancia grave, pero que con el tiempo se solucionaría sin problemas.
Atrás comenzaron a quedar las noches en que dormir tres horas era una suerte, y en las que Aranxta, para tomar apenas 40 cc de "leche", nos tenía una hora despiertos.
¡Ah! quiero agradecer desde aquí a nuestro amigo José uno de los regalos más útiles de todos los que nos hicieron. Nos regaló un fantástico CALENTADOR de BIBERONES, si no hubiese sido por él ...
Comía con muchísima lentitud y apenas llenaba los pañales con la, digamos, fluidez aconsejable. Poco a poco, su barriguita se empezó a hinchar y nos asustamos.
Rápidamente la llevamos al pediatra asignado de la seguridad social, (desde aquí le doy las gracias a la doctora porque desde el primer día su trato ha sido EXQUISITO, muchas gracias doctora) y nos avisó, tras alguna prueba de urgencia, que Arantxa padecía alergia o intelorancia a la lactosa. Como ni yo ni Luz estábamos en disposición de ofrecer el pecho a la niña, ésta siempre se ha alimentado de biberón.
Las primeras leches que conseguimos en la farmacia sin lactosa, sólo al olor, eran profundamente desagradables. El color blanco propio de la leche dio paso a un marrón pajoso de textura y olor parecidos a cualquier cosa, menos a la leche. Arantxa decidió que esos inventos se los tomara otra persona, y así estuvimos casi una semana que tomaba un par de sorbos de biberón cuando el hambre la acuciaba, pero que se negaba a tomar apenas al segundo trago del mejunje.
Por fin, tras muchos intentos, dimos con la leche adecuada. Un invento (porque son eso) químico de textura, olor y color parecidos a la leche, pero sin lactosa. Arantxa comenzó a aceptar sus tomas con naturalidad, pero si puediéseis ver el resultado impregnado en sus pañales, os asustaríais. Sus deposiciones eran verdes y de una pestilencia impropia del culito de un bebé.
Pasamos los tres un par de meses muy complicados con ese tema. Al final la cosa se arregló, se le realizaron las pruebas de alergia y fueron negativas. Sólo se había tratado de una intolerancia grave, pero que con el tiempo se solucionaría sin problemas.
Atrás comenzaron a quedar las noches en que dormir tres horas era una suerte, y en las que Aranxta, para tomar apenas 40 cc de "leche", nos tenía una hora despiertos.
¡Ah! quiero agradecer desde aquí a nuestro amigo José uno de los regalos más útiles de todos los que nos hicieron. Nos regaló un fantástico CALENTADOR de BIBERONES, si no hubiese sido por él ...
Un aparte
Hola,
Este comentario no está relacionado directamente con la historia de Arantxa, pero he decidido compartirlo con vosotros.
Cuando comenzamos a escribir este blog no sabíamos qué podía pasar, de hecho creímos que no pasaría nada porque pensamos que apenas cuatro amigos serían lo suficientemente curiosos para leer el desarrollo, sin embargo nuestra sorpresa ha sido que recibimos correos de gente, felicitando unos y comentando otros, acerca de nuestra historia.
Hoy ha ocurrido algo más, un paso más allá, y ha sido el encuentro personal con una amiga que ha leído el blog. Buscando, supongo, ha encontrado nuestra experiencia y me ha reconocido en la foto del biberón.
Bien, su experiencia, que ha compartido con toda naturalidad como si fuésemos amigos de toda la vida (así me consideró ya, por supuesto) ha sido, como decimos en Catalunya, culpidora. Quizá una traducción correcta sería que su experiencia me ha golpeado en la culpa, o algo parecido. Mi amiga me ha explicado que ella fue adoptada por una pareja que, ante la imposibilidad de tener hijos naturales y como último recurso para salvar su matrimonio, decidieron dar el paso de adoptarla.
Ha sido terrible, porque es una niña que ha vivido en varias familias y que a sus treinta y pocos años, no tiene identidad, o eso dice ella, ya que yo creo que quizá no tenga claro el origen, pero la identidad es algo innato a la existencia. Es una chica guapa, de cuerpo bonito, culta y agradable, cualquiera de nosotros, del sexo "dominante" (perdón, perdón, perdón) se giraría a mirarla al pasar, pero ella no sabe quién es.
La reflexión que me gustaría compartir desde aquí es ésta, ¿el egoísmo que implica la decisión de tener o adoptar a un hijo, la estamos tomando desde la profunda convicción de que seremos capaces de dar la vuelta a ese egoísmo extremo hasta convertirnos en unos donantes de amor incondicional?
Hoy las calles de nuestras ciudades están llenas de familias apartadas del arcaico modelo conservador de papá, mamá, hijo, hija. Hoy vemos toda clase de combinaciones posibles, y me parece lo más emocionante y maravilloso que puede darnos la vida, la complejidad y la diversidad, ¿pero está el amor sujeto a estas "modas"? La experiencia de mi amiga me ha llevado a preguntarme si somos conscientes de lo importante que es algo tan básico y sencillo en apariencia, como tener padre y madre, o uno de los dos, o dos de cada, que nos quieran.
La vida de un ser no puede estar sujeta a una moda, como adoptar, o al hecho de que nuestra amiga del alma haya tenido un bebé y nosotros queramos tener una habitación como la que han hecho ellos.
Tener un bebé, o cuidarlo, porque para mí eso es lo importante, es el acto supremo mayor que puede realizar una persona a lo largo de su vida. Lo primero es el crecimiento interno de cada uno, pero lo segundo en escalafón es la dedicación y el amor entregado a un niño. No nuestras fustraciones y anhelos, sino el amor de dar y respetar esa vida como propia del niño, y no nuestra.
¿Tendría problemas de identidad mi amiga si hubiese sido amada por su familia adoptiva?, yo creo que no, con toda sinceridad, no veo relación entre el genoma y la identidad, porque ésta va ligada al amor recibido, a saber quien eres a través de quien te ha amado y no por el color que han trasmitido a tus ojos.
Un beso desde aquí para ella.
Este comentario no está relacionado directamente con la historia de Arantxa, pero he decidido compartirlo con vosotros.
Cuando comenzamos a escribir este blog no sabíamos qué podía pasar, de hecho creímos que no pasaría nada porque pensamos que apenas cuatro amigos serían lo suficientemente curiosos para leer el desarrollo, sin embargo nuestra sorpresa ha sido que recibimos correos de gente, felicitando unos y comentando otros, acerca de nuestra historia.
Hoy ha ocurrido algo más, un paso más allá, y ha sido el encuentro personal con una amiga que ha leído el blog. Buscando, supongo, ha encontrado nuestra experiencia y me ha reconocido en la foto del biberón.
Bien, su experiencia, que ha compartido con toda naturalidad como si fuésemos amigos de toda la vida (así me consideró ya, por supuesto) ha sido, como decimos en Catalunya, culpidora. Quizá una traducción correcta sería que su experiencia me ha golpeado en la culpa, o algo parecido. Mi amiga me ha explicado que ella fue adoptada por una pareja que, ante la imposibilidad de tener hijos naturales y como último recurso para salvar su matrimonio, decidieron dar el paso de adoptarla.
Ha sido terrible, porque es una niña que ha vivido en varias familias y que a sus treinta y pocos años, no tiene identidad, o eso dice ella, ya que yo creo que quizá no tenga claro el origen, pero la identidad es algo innato a la existencia. Es una chica guapa, de cuerpo bonito, culta y agradable, cualquiera de nosotros, del sexo "dominante" (perdón, perdón, perdón) se giraría a mirarla al pasar, pero ella no sabe quién es.
La reflexión que me gustaría compartir desde aquí es ésta, ¿el egoísmo que implica la decisión de tener o adoptar a un hijo, la estamos tomando desde la profunda convicción de que seremos capaces de dar la vuelta a ese egoísmo extremo hasta convertirnos en unos donantes de amor incondicional?
Hoy las calles de nuestras ciudades están llenas de familias apartadas del arcaico modelo conservador de papá, mamá, hijo, hija. Hoy vemos toda clase de combinaciones posibles, y me parece lo más emocionante y maravilloso que puede darnos la vida, la complejidad y la diversidad, ¿pero está el amor sujeto a estas "modas"? La experiencia de mi amiga me ha llevado a preguntarme si somos conscientes de lo importante que es algo tan básico y sencillo en apariencia, como tener padre y madre, o uno de los dos, o dos de cada, que nos quieran.
La vida de un ser no puede estar sujeta a una moda, como adoptar, o al hecho de que nuestra amiga del alma haya tenido un bebé y nosotros queramos tener una habitación como la que han hecho ellos.
Tener un bebé, o cuidarlo, porque para mí eso es lo importante, es el acto supremo mayor que puede realizar una persona a lo largo de su vida. Lo primero es el crecimiento interno de cada uno, pero lo segundo en escalafón es la dedicación y el amor entregado a un niño. No nuestras fustraciones y anhelos, sino el amor de dar y respetar esa vida como propia del niño, y no nuestra.
¿Tendría problemas de identidad mi amiga si hubiese sido amada por su familia adoptiva?, yo creo que no, con toda sinceridad, no veo relación entre el genoma y la identidad, porque ésta va ligada al amor recibido, a saber quien eres a través de quien te ha amado y no por el color que han trasmitido a tus ojos.
Un beso desde aquí para ella.
La eterna pregunta
En todas las reuniones de padres de acogida a las que hemos acudido, otros casos con los que hemos podido compartir, y nuestra propia experiencia, nos indican que recibimos la dichosa preguntita con una cadencia equivalente a las pulsaciones de un ciclista en plena ascensión del Tourmalet.
¿Y no os da pena cuando se vaya?, o peor aún en otra de sus variantes, ¿y no os da pena cuando OS LA QUITEN?.
Quizá la única reflexión útil que se me ocurre es que no comprendo porqué todo el mundo utiliza el presente indicativo del verbo dar, en lugar de su conjugación correcta en futuro simple, dará.
Pero fuera ironías, por las que pido sinceras disculpas, sí que es cierto que es una pregunta que se nos repite de forma continua a los padres de acogida sin diferencia. Nosotros partimos del supuesto de que nadie lo hace con ánimo de ofensa, sino con sorpresa ante lo que culturalmente consideran un derecho, la propiedad sobre los hijos. No puedo entenderlo de otra manera.
Quizá una de las mejores respuestas que se nos ha ocurrido desde nuestra experiencia, sea esbozar una estúpida sonrisa, y pasar de puntillas sobre el tema, ya que esa pregunta encierra de forma muy sibilina todo el quid de la questión, que es el motivo íntimo de cada uno de nosotros para realizar acciones filantrópicas o de ayuda a los demás. Con esa pregunta en realidad te están retando a que te expliques, a que tamices un acto decidido por el corazón con el cedazo del cerebro, y encima permitas la interpretación fácil por parte del interlocutor de turno. No creo que sea justo.
Por eso simplemente nos atrevemos a aconsejaros que sólo entréis al trapo con aquellos a los que de verdad les pueda importar la respuesta. Fijáos sin embargo, que hasta muy entrada la conversación, nadie hará valer los derechos o las necesidades de la parte más importante en esta ecuación, el menor.
Ánimo, como muchas de las cosas en la vida, una imagen male más que mil palabras y lo que de verdad cala es el ejemplo, no la conversación.
Y por supuesto, claro que nos duele, tanto o más de lo que alguien pueda imaginar, pero la experiencia de ver como un ser indefenso, que durante un periodo de su existencia ha dependido casi al 100% de nosotros, y que nos deja para ocupar su lugar en la vida mucho mejor de lo que llegó a la nuestra, mitiga el dolor de la pérdida de alguien que en realidad nunca nos perteneció.
¿Y no os da pena cuando se vaya?, o peor aún en otra de sus variantes, ¿y no os da pena cuando OS LA QUITEN?.
Quizá la única reflexión útil que se me ocurre es que no comprendo porqué todo el mundo utiliza el presente indicativo del verbo dar, en lugar de su conjugación correcta en futuro simple, dará.
Pero fuera ironías, por las que pido sinceras disculpas, sí que es cierto que es una pregunta que se nos repite de forma continua a los padres de acogida sin diferencia. Nosotros partimos del supuesto de que nadie lo hace con ánimo de ofensa, sino con sorpresa ante lo que culturalmente consideran un derecho, la propiedad sobre los hijos. No puedo entenderlo de otra manera.
Quizá una de las mejores respuestas que se nos ha ocurrido desde nuestra experiencia, sea esbozar una estúpida sonrisa, y pasar de puntillas sobre el tema, ya que esa pregunta encierra de forma muy sibilina todo el quid de la questión, que es el motivo íntimo de cada uno de nosotros para realizar acciones filantrópicas o de ayuda a los demás. Con esa pregunta en realidad te están retando a que te expliques, a que tamices un acto decidido por el corazón con el cedazo del cerebro, y encima permitas la interpretación fácil por parte del interlocutor de turno. No creo que sea justo.
Por eso simplemente nos atrevemos a aconsejaros que sólo entréis al trapo con aquellos a los que de verdad les pueda importar la respuesta. Fijáos sin embargo, que hasta muy entrada la conversación, nadie hará valer los derechos o las necesidades de la parte más importante en esta ecuación, el menor.
Ánimo, como muchas de las cosas en la vida, una imagen male más que mil palabras y lo que de verdad cala es el ejemplo, no la conversación.
Y por supuesto, claro que nos duele, tanto o más de lo que alguien pueda imaginar, pero la experiencia de ver como un ser indefenso, que durante un periodo de su existencia ha dependido casi al 100% de nosotros, y que nos deja para ocupar su lugar en la vida mucho mejor de lo que llegó a la nuestra, mitiga el dolor de la pérdida de alguien que en realidad nunca nos perteneció.
dimarts
Los primeros días
Los primeros días coincidieron con el inicio del año 2006, así su presentación en "sociedad" fue el día de reyes, con todos los sobrinos, tíos, abuelos, familia, etc. pendientes de una situación que creían no llegaría jamás, como era verme cambiar pañales y dar el biberón a un bebé.
Hay una frase que se le atribuye a Julio César que viene a decir algo como "toda la vida luchando para convencer a los demás de que no eres como piensan, para acabar descubriendo tú mismo que tenían razón", espero que este señor tuviese más de estratega que de filosofo, porque creo que mi familia no tenían muy claro mi capacidad para ejercer de papá. La suerte es que todas las dudas que yo les generaba, las cubría de sobras Luz, de la que sólo con escucharla hablar, ya se le adivina un capacidad de amar enorme.
A las noches sin descanso, que no fueron muchas, se sucedían los días de lloros, que fueron más.
Arantxa era una niña muy nerviosa, muchísimo, que lloraba a la mínima y no soportaba estar desnuda. Eso fue un calvario para la pobre, cada vez que le teníamos que cambiar el pañal, o bañarla, su reacción era de extremo nerviosismo.
Luz y yo pusimos en marcha un cuadrante, que ha durado hasta el final de la acogida, mediante el cual nos partíamos la responsabilidad de la niña unos días por semana cada uno, lo que nos permitía continuar con nuestras cosas y no apartartarnos del todo de la vida "conocida". Así pues, siguiendo el cuadrante, un día que estábamos en casa sólo Arantxa, el gato y yo, me dispuse a bañarla, cuando acabé, después de secarla y justo antes de calzarla en los pañales reglamentarios, madame Arantxa imprimió un nuevo ritmo en su cadencia de lloro, aumentó los decibelios y la durada de cada grito, tanto así que en uno de ellos se olvidó de respirar. ¡El susto que me dio fue tremendo! Con perdón de la expresión, me acojoné, sólo se me ocurrió agarrarla por los muslos y zarandearla. Después leí en una revista al uso que ése era el método, pero el momento no se lo aconsejo a nadie.
Quizá esa fue la experiencia más horrible para mí en los primeros días, pero no para ella, a quien le faltaba pasar una dura prueba, como quien dice, nada más nacer.
Hay una frase que se le atribuye a Julio César que viene a decir algo como "toda la vida luchando para convencer a los demás de que no eres como piensan, para acabar descubriendo tú mismo que tenían razón", espero que este señor tuviese más de estratega que de filosofo, porque creo que mi familia no tenían muy claro mi capacidad para ejercer de papá. La suerte es que todas las dudas que yo les generaba, las cubría de sobras Luz, de la que sólo con escucharla hablar, ya se le adivina un capacidad de amar enorme.
A las noches sin descanso, que no fueron muchas, se sucedían los días de lloros, que fueron más.
Arantxa era una niña muy nerviosa, muchísimo, que lloraba a la mínima y no soportaba estar desnuda. Eso fue un calvario para la pobre, cada vez que le teníamos que cambiar el pañal, o bañarla, su reacción era de extremo nerviosismo.
Luz y yo pusimos en marcha un cuadrante, que ha durado hasta el final de la acogida, mediante el cual nos partíamos la responsabilidad de la niña unos días por semana cada uno, lo que nos permitía continuar con nuestras cosas y no apartartarnos del todo de la vida "conocida". Así pues, siguiendo el cuadrante, un día que estábamos en casa sólo Arantxa, el gato y yo, me dispuse a bañarla, cuando acabé, después de secarla y justo antes de calzarla en los pañales reglamentarios, madame Arantxa imprimió un nuevo ritmo en su cadencia de lloro, aumentó los decibelios y la durada de cada grito, tanto así que en uno de ellos se olvidó de respirar. ¡El susto que me dio fue tremendo! Con perdón de la expresión, me acojoné, sólo se me ocurrió agarrarla por los muslos y zarandearla. Después leí en una revista al uso que ése era el método, pero el momento no se lo aconsejo a nadie.
Quizá esa fue la experiencia más horrible para mí en los primeros días, pero no para ella, a quien le faltaba pasar una dura prueba, como quien dice, nada más nacer.
dilluns
El resto de la familia
La expectación que nuestra decisión causó en la familia fue grande, tanta como incredulidad. Luz y yo decidimos no comunicar a nadie la intención de dar este paso, hasta que estuvimos a punto de recibir a Arantxa.
Preferimos entonces, y ahora lo haríamos igual, no decir nada a nadie. Era una decisión tan importante y tan íntima que sólo nos pertenecía a los dos, y así queríamos que fuera hasta que fuésemos tres, o más, porque en un principio no sabíamos si vendría uno o dos menores a nuestra casa.
El motivo principal para no comunicar nada fue que no queríamos vernos "contaminados" con las opiniones de los demás. Normalmente, cuando comunicas algo a la gente, no se dedican a animarte y decirte "muy bien, felicidades, me alegro" y punto, por causa de un gen todavía no identificado, tendemos a dar nuestra opinión aunque nadie nos la haya solicitado, y queríamos evitar ese trance.
De hecho, una vez conocida nuestra decisión y ante la inminencia de la entrega, comenzó la larga retahila que todavía hoy escuchamos, y que merecerá un apartado propio en este blog, "¿y no os da pena cuando se vaya? Yo no podría". ¡Es que nadie te ha preguntado que podrías hacer tú!, eso era lo que me daban ganas de contestar una y otra vez, pero la cortesía obliga y por respuesta damos una estúpida sonrisa acorde a la pregunta.
Incluso ahora, con diez meses de vida entre nosotros, somos un poco reacios a dejarnos ver mucho en familia con Arantxa, porque creemos que la decisión de tenerla y cuidarla nos pertenece a nosotros, así como nos pertenecerá el inmenso dolor de dejarla. Una rotura interna tan profunda que esperamos que seamos capaces de curarnos el uno al otro, porque sólo de pensarlo ya me cuesta respirar. Por eso no hemos querido compartir mucho a Arantxa con los nuestros, para evitarles sufrir ese desgarro.
Creo que lo han comprendido y que también nos han comprendido a nosotros. No todos, claro, la opinión y el juicio son libres, pero nosotros estamos convencidos que hemos hecho lo mejor. Es difícil explicar a los demás algo tan intenso y emocionante como cuidar a un ser indefenso sin nada a cambio, en teoría claro, porque lo que hemos recibido en estos diez meses es comparable a lo que le hemos dado elevado a la enésima potencia. No se puede explicar la emoción de vivir con Arantxa.
La expectación, como puede verse, fue máxima para todos.
Preferimos entonces, y ahora lo haríamos igual, no decir nada a nadie. Era una decisión tan importante y tan íntima que sólo nos pertenecía a los dos, y así queríamos que fuera hasta que fuésemos tres, o más, porque en un principio no sabíamos si vendría uno o dos menores a nuestra casa.
El motivo principal para no comunicar nada fue que no queríamos vernos "contaminados" con las opiniones de los demás. Normalmente, cuando comunicas algo a la gente, no se dedican a animarte y decirte "muy bien, felicidades, me alegro" y punto, por causa de un gen todavía no identificado, tendemos a dar nuestra opinión aunque nadie nos la haya solicitado, y queríamos evitar ese trance.
De hecho, una vez conocida nuestra decisión y ante la inminencia de la entrega, comenzó la larga retahila que todavía hoy escuchamos, y que merecerá un apartado propio en este blog, "¿y no os da pena cuando se vaya? Yo no podría". ¡Es que nadie te ha preguntado que podrías hacer tú!, eso era lo que me daban ganas de contestar una y otra vez, pero la cortesía obliga y por respuesta damos una estúpida sonrisa acorde a la pregunta.
Incluso ahora, con diez meses de vida entre nosotros, somos un poco reacios a dejarnos ver mucho en familia con Arantxa, porque creemos que la decisión de tenerla y cuidarla nos pertenece a nosotros, así como nos pertenecerá el inmenso dolor de dejarla. Una rotura interna tan profunda que esperamos que seamos capaces de curarnos el uno al otro, porque sólo de pensarlo ya me cuesta respirar. Por eso no hemos querido compartir mucho a Arantxa con los nuestros, para evitarles sufrir ese desgarro.
Creo que lo han comprendido y que también nos han comprendido a nosotros. No todos, claro, la opinión y el juicio son libres, pero nosotros estamos convencidos que hemos hecho lo mejor. Es difícil explicar a los demás algo tan intenso y emocionante como cuidar a un ser indefenso sin nada a cambio, en teoría claro, porque lo que hemos recibido en estos diez meses es comparable a lo que le hemos dado elevado a la enésima potencia. No se puede explicar la emoción de vivir con Arantxa.
La expectación, como puede verse, fue máxima para todos.
La primera ducha, las primeras dudas
Con la llegada a casa de Arantxa, comenzaron los grandes acontecimientos.
Todo para ella, y para nosotros, era nuevo, todo pasaba por primera vez. Ha de ser maravilloso tener la mente blanca, limpia como un disco sin formatear, en la que todo se imprima por primera vez. La primera vez que respiras, que sientes calor o frío, agua por tu cuerpo. Es tan díficil para nosotros que algo nos sorprenda ya.
Llevaba apenas unas horas en casa y no sabíamos qué hacer. Acudimos a las fuentes más fiables, mi hermana, que tiene dos hijos, mi padre, en el mismo caso, amigos, conocidos, internet, sólo nos faltó llamar al 11818. Cada fuente nos daba una versión diferente para la gran pregunta, ¿la bañábamos o no?
Era tan pequeña que cabía en la palma de mi mano, y no soy pelotari, sino contable, así que cuando cogí práctica, la aguantaba en la mano izquierda mientra la limpiaba con la derecha. Ahora me parece imposible haber vivido eso.
En esa duda tan importante estábamos cuando apareció un nuevo actor en escena, bueno, una actriz. Se presentó la tía de mi compañera, emocionada como nosotros o más, y sin tantos preámbulos la agarró y la metió debajo de la ducha, con un cuidado extraordinario, pero la bañó por primera vez.
A Arantxa, mucho, mucho, no pareció gustarle. Hoy sin embargo, cuando oye el agua correr, se emociona hasta el punto que debemos meterla en agua para que no empiece a gritar. De hecho creo que llegará, si crece, a ser una buena nadadora.
Después le dimos la extraordinaria cantidad de 30 ml. de leche en polvo ¡¡y durmió casi tres horas!!
Habían empezado nuestras noches de guardia. Ni siquiera cuando estuve en la mili, porque yo fui de los últimos obligados, recuerdo haber hecho tantas imaginarias.
Doy gracias en este bloc por primera vez a Luz, una persona con un corazón tan grande que no cabe ni en el ciberespacio. No es la única vez que lo diré, pero ahí me demostró de nuevo, por si albergaba dudas, con quién estoy compartiendo mi vida. Ella llevó el peso grande para que yo pudiese descansar lo máximo que permitía la situación, y no ir a trabajar al día siguiente con unas ojeras del tamaño de mi melena.
Todo para ella, y para nosotros, era nuevo, todo pasaba por primera vez. Ha de ser maravilloso tener la mente blanca, limpia como un disco sin formatear, en la que todo se imprima por primera vez. La primera vez que respiras, que sientes calor o frío, agua por tu cuerpo. Es tan díficil para nosotros que algo nos sorprenda ya.
Llevaba apenas unas horas en casa y no sabíamos qué hacer. Acudimos a las fuentes más fiables, mi hermana, que tiene dos hijos, mi padre, en el mismo caso, amigos, conocidos, internet, sólo nos faltó llamar al 11818. Cada fuente nos daba una versión diferente para la gran pregunta, ¿la bañábamos o no?
Era tan pequeña que cabía en la palma de mi mano, y no soy pelotari, sino contable, así que cuando cogí práctica, la aguantaba en la mano izquierda mientra la limpiaba con la derecha. Ahora me parece imposible haber vivido eso.
En esa duda tan importante estábamos cuando apareció un nuevo actor en escena, bueno, una actriz. Se presentó la tía de mi compañera, emocionada como nosotros o más, y sin tantos preámbulos la agarró y la metió debajo de la ducha, con un cuidado extraordinario, pero la bañó por primera vez.
A Arantxa, mucho, mucho, no pareció gustarle. Hoy sin embargo, cuando oye el agua correr, se emociona hasta el punto que debemos meterla en agua para que no empiece a gritar. De hecho creo que llegará, si crece, a ser una buena nadadora.
Después le dimos la extraordinaria cantidad de 30 ml. de leche en polvo ¡¡y durmió casi tres horas!!
Habían empezado nuestras noches de guardia. Ni siquiera cuando estuve en la mili, porque yo fui de los últimos obligados, recuerdo haber hecho tantas imaginarias.
Doy gracias en este bloc por primera vez a Luz, una persona con un corazón tan grande que no cabe ni en el ciberespacio. No es la única vez que lo diré, pero ahí me demostró de nuevo, por si albergaba dudas, con quién estoy compartiendo mi vida. Ella llevó el peso grande para que yo pudiese descansar lo máximo que permitía la situación, y no ir a trabajar al día siguiente con unas ojeras del tamaño de mi melena.
diumenge
No juzguemos
Esta cita, que parece recuperada del Nuevo Testamento, es una de las cosas más importantes que debe aceptar una familia de acogida.
Una de las cosas que nos enseñan en el cursillo previo a la acogida, es que no debemos juzgar a los padres biológicos ni a sus familias. La vida es un carrusel de sorpresas, y no todo el mundo sabe o tiene la opción de escoger siempre lo más sensato.
No todos los niños que van en acogida son hijos de padres maltratadores, o presidiarios, o drogadictos, o gente de mal vivir, como los denominaba el gran Quevedo. Todos podríamos ser, en un momento u otro, padres a los que nos fuesen retirados nuestros hijos.
Muchos de los que estéis leyendo esto pensaréis que con vosotros eso sería imposible. Bien, os voy a relatar, muy brevemente, una de las historias reales que hemos conocido. Estos son los protagonistas, una pareja, ella empleada de banca y él directivo de una empresa, bien situados económicamente y padres de dos niños preciosos. Un día, volviendo de un fin de semana de la casa de la playa tuvieron un accidente de tráfico. Un terrible accidente que acabó con la vida del marido y de los padres de él. En el coche viajaban el matrimonio, los padres de él, y los dos niños.
La mamá quedó sola, no era de aquí, con su marido muerto y dos niños pequeños a su cargo. La dureza del trance la postró, la destrozó como bien hubiese hecho con cualquiera de nosotros, y entró en una profunda depresión. Cogió la baja y se encerró en casa con sus dos niños pequeños, a los que no atendía, no daba de comer, ni bañaba, nada. Sólo lloraba la pérdida terrible que había sufrido. La escuela de los niños dieron aviso a la administración, que retiró de inmediato a los pequeños. Estuvieron con una familia de acogida por un periodo de seis meses hasta que la madre se recuperó, y con ella a sus hijos.
La historia es terrible, desde luego, pero qué hubiese sido de esos niños si no hubiesen podido estar con otra familia que los cuidara, y quién es suficientemente osado para afirmar que eso no le podría pasar a él.
Por eso os pido, igual que nos pidieron a nosotros, que no juzguéis. No seais miembros del grupo de gente que pide una ligadura de trompas en masa al más puro estilo de otras épocas y de otros lugares.
La vida viene como viene, y si no hubiese sido por un polvo incontrolado de alguna pareja en un momento de pasión, la mitad de los que somos, no seríamos, y que levante la mano el que hubiese preferido que sus padres utilizaran un preservativo ese día. Así que esa pareja, que dio vida a Arantxa, aunque no tengan la capacidad para ejercer de padres, para nosotros son dos personas a quien agradecer con toda el alma la vida que generaron.
Y esperamos que su hija así lo vea cuando tenga la capacidad de análisis.
Una de las cosas que nos enseñan en el cursillo previo a la acogida, es que no debemos juzgar a los padres biológicos ni a sus familias. La vida es un carrusel de sorpresas, y no todo el mundo sabe o tiene la opción de escoger siempre lo más sensato.
No todos los niños que van en acogida son hijos de padres maltratadores, o presidiarios, o drogadictos, o gente de mal vivir, como los denominaba el gran Quevedo. Todos podríamos ser, en un momento u otro, padres a los que nos fuesen retirados nuestros hijos.
Muchos de los que estéis leyendo esto pensaréis que con vosotros eso sería imposible. Bien, os voy a relatar, muy brevemente, una de las historias reales que hemos conocido. Estos son los protagonistas, una pareja, ella empleada de banca y él directivo de una empresa, bien situados económicamente y padres de dos niños preciosos. Un día, volviendo de un fin de semana de la casa de la playa tuvieron un accidente de tráfico. Un terrible accidente que acabó con la vida del marido y de los padres de él. En el coche viajaban el matrimonio, los padres de él, y los dos niños.
La mamá quedó sola, no era de aquí, con su marido muerto y dos niños pequeños a su cargo. La dureza del trance la postró, la destrozó como bien hubiese hecho con cualquiera de nosotros, y entró en una profunda depresión. Cogió la baja y se encerró en casa con sus dos niños pequeños, a los que no atendía, no daba de comer, ni bañaba, nada. Sólo lloraba la pérdida terrible que había sufrido. La escuela de los niños dieron aviso a la administración, que retiró de inmediato a los pequeños. Estuvieron con una familia de acogida por un periodo de seis meses hasta que la madre se recuperó, y con ella a sus hijos.
La historia es terrible, desde luego, pero qué hubiese sido de esos niños si no hubiesen podido estar con otra familia que los cuidara, y quién es suficientemente osado para afirmar que eso no le podría pasar a él.
Por eso os pido, igual que nos pidieron a nosotros, que no juzguéis. No seais miembros del grupo de gente que pide una ligadura de trompas en masa al más puro estilo de otras épocas y de otros lugares.
La vida viene como viene, y si no hubiese sido por un polvo incontrolado de alguna pareja en un momento de pasión, la mitad de los que somos, no seríamos, y que levante la mano el que hubiese preferido que sus padres utilizaran un preservativo ese día. Así que esa pareja, que dio vida a Arantxa, aunque no tengan la capacidad para ejercer de padres, para nosotros son dos personas a quien agradecer con toda el alma la vida que generaron.
Y esperamos que su hija así lo vea cuando tenga la capacidad de análisis.
Llegó el momento
Diciembre 2005
Nos avisaron al cabo de muy poco tiempo, apenas un mes y medio, que nuestra solicitud de ser familia de acogida había sido aprobada por la Generalitat de Catalunya.
A partir de entonces, sólo esperar nuestro turno. Por desgracia, y como podéis ver en el link de la derecha, en Catalunya, en nuestra gran Catalunya, si algo falta son familias de acogida, así que fue todo muy rápido.
Nos explicaron, un poco por encima, el caso de nuestra niña de acogida. Una madre algo mayor, sin preparación psiquica para cuidar de un bebé, estaba a punto de dar a luz. Los psicólogos de la administración ya la habían convencido de que lo mejor para el bebé era que ella renunciase como mínimo a su custodia, y después de algún contratiempo, esta señora les hizo caso.
Así pues, un hermoso y pequeño bebé de tres días entró en nuestra vida por la puerta grande.
No deseamos, ni nos está permitido, revelar nada acerca de su identidad, así que a partir de ahora llamaremos a la niña Arantxa. También presentaremos alguna foto en la que su rostro estará desfigurado. El mío no, soy así.
Éste fue su primer biberón.
Pesaba tres kilos y no recuerdo su medida exacta, pero era más bien pequeñita porque me cabía entre mi mano y el antebrazo.
Nos facilitaron también la documentación básica necesaria para hacer vida con ella, la tarjeta sanitaria, la partida médica de nacimiento y una autorización de la administración que nos identificaba como padres de acogida. Estaba totalmente sana y nosotros en absoluta contradicción, felices por tener esa maravilla en los brazos, y muy apenados por los sentimientos de su madre, que era quien debería gozarla.
Después vendrían las noches en vela, los cólicos, y las intolerancias alimenticias, pero también los besos, las caricias, las miradas, y el instinto brutal de protección que surge de no sé dónde y que ahora, escribiendo en la distancia, me hace poner la piel de gallina y los ojos vidriosos.
Nos avisaron al cabo de muy poco tiempo, apenas un mes y medio, que nuestra solicitud de ser familia de acogida había sido aprobada por la Generalitat de Catalunya.
A partir de entonces, sólo esperar nuestro turno. Por desgracia, y como podéis ver en el link de la derecha, en Catalunya, en nuestra gran Catalunya, si algo falta son familias de acogida, así que fue todo muy rápido.
Nos explicaron, un poco por encima, el caso de nuestra niña de acogida. Una madre algo mayor, sin preparación psiquica para cuidar de un bebé, estaba a punto de dar a luz. Los psicólogos de la administración ya la habían convencido de que lo mejor para el bebé era que ella renunciase como mínimo a su custodia, y después de algún contratiempo, esta señora les hizo caso.
Así pues, un hermoso y pequeño bebé de tres días entró en nuestra vida por la puerta grande.
No deseamos, ni nos está permitido, revelar nada acerca de su identidad, así que a partir de ahora llamaremos a la niña Arantxa. También presentaremos alguna foto en la que su rostro estará desfigurado. El mío no, soy así.
Éste fue su primer biberón.
Pesaba tres kilos y no recuerdo su medida exacta, pero era más bien pequeñita porque me cabía entre mi mano y el antebrazo.
Nos facilitaron también la documentación básica necesaria para hacer vida con ella, la tarjeta sanitaria, la partida médica de nacimiento y una autorización de la administración que nos identificaba como padres de acogida. Estaba totalmente sana y nosotros en absoluta contradicción, felices por tener esa maravilla en los brazos, y muy apenados por los sentimientos de su madre, que era quien debería gozarla.
Después vendrían las noches en vela, los cólicos, y las intolerancias alimenticias, pero también los besos, las caricias, las miradas, y el instinto brutal de protección que surge de no sé dónde y que ahora, escribiendo en la distancia, me hace poner la piel de gallina y los ojos vidriosos.
dissabte
Más entrevistas
Octubre 2005
Después de la primera visita se sucedieron media docena más.
Fueron visitas emotivas. Siempre juntos, mi compañera y yo, nos reuníamos con las dos técnicas que nos evaluaban. Nos hicieron preguntas de toda índole, incluso en algunos momentos fueron absolutamente sorprendentes.
A nosotros nos vinieron muy bien a nivel de pareja porque aprendimos cosas el uno del otro que desconocíamos por completo.
Esas visitas siempre se realizaron en las instalaciones de la asociación, y duraron entres dos y tres horas cada una. No fueron pesadas, insisto, sino emotivas y sorprendentes. Nos preguntaron por nuestros padres, por nuestra infancia, por nuestra relación, por nuestras intenciones y motivos, en fin, muchas cosas importantes que les permitieron llevar a cabo su informe.
En un mes habíamos finalizado, y en ningún momento nos preguntaron por nuestros ingresos, ni tuvimos que presentar declaración de renta, ni nóminas, ni nada por el estilo.
La documentación que presentamos también fue muy sencilla, ahora no la recuerdo muy bien, pero un informe médico, un informe de penales y una solicitud de acogida redactada y firmada por nosotros.
Después de la primera visita se sucedieron media docena más.
Fueron visitas emotivas. Siempre juntos, mi compañera y yo, nos reuníamos con las dos técnicas que nos evaluaban. Nos hicieron preguntas de toda índole, incluso en algunos momentos fueron absolutamente sorprendentes.
A nosotros nos vinieron muy bien a nivel de pareja porque aprendimos cosas el uno del otro que desconocíamos por completo.
Esas visitas siempre se realizaron en las instalaciones de la asociación, y duraron entres dos y tres horas cada una. No fueron pesadas, insisto, sino emotivas y sorprendentes. Nos preguntaron por nuestros padres, por nuestra infancia, por nuestra relación, por nuestras intenciones y motivos, en fin, muchas cosas importantes que les permitieron llevar a cabo su informe.
En un mes habíamos finalizado, y en ningún momento nos preguntaron por nuestros ingresos, ni tuvimos que presentar declaración de renta, ni nóminas, ni nada por el estilo.
La documentación que presentamos también fue muy sencilla, ahora no la recuerdo muy bien, pero un informe médico, un informe de penales y una solicitud de acogida redactada y firmada por nosotros.
¿Quién o quiénes pueden acoger?
En principio todo el mundo está en capacidad de ser una "familia" de acogida.
Cualquier persona o pareja puede iniciar una acogida. Nosotros hemos tenido la dicha de conocer a señoras solas, chicos jóvenes, parejas con varios hijos, parejas sin hijos (como nosotros), personas divorciadas con o sin hijos a su cargo. En fin, la única combinación indispensable para querer iniciar una acogida, es quererlo.
Por supuesto, un grupo de técnicos evalúan si esa acogida puede prosperar o no, pero creo que no son muy estrictos porque incluso nos han dejado acoger a nosotros.
Fuera bromas, es muy importante la labor de selección previa a la acogida, puesto que de su decisión dimana la guarda y custodia de un ser necesitado.
Cualquier persona o pareja puede iniciar una acogida. Nosotros hemos tenido la dicha de conocer a señoras solas, chicos jóvenes, parejas con varios hijos, parejas sin hijos (como nosotros), personas divorciadas con o sin hijos a su cargo. En fin, la única combinación indispensable para querer iniciar una acogida, es quererlo.
Por supuesto, un grupo de técnicos evalúan si esa acogida puede prosperar o no, pero creo que no son muy estrictos porque incluso nos han dejado acoger a nosotros.
Fuera bromas, es muy importante la labor de selección previa a la acogida, puesto que de su decisión dimana la guarda y custodia de un ser necesitado.
Las primeras entrevistas
Septiembre de 2005
Todo fue muy rápido. No recuerdo muy bien la cronología exacta, pero si llamamos a la AIF un martes, por ejemplo, el jueves de la misma semana ya teníamos la primera cita.
Nos atendieron dos psicólogas, no sé porqué casi siempre las tareas más importantes de la vida están a cargo de las mujeres, menos mál, pues como decía, nos antedieron dos psicólogas de las que no diré sus nombres por una cuestión básica de seguridad, y que lo hicieron de manera exquisita.
En seguida comprendimos que esa decisión no era un juego, era una decisión tan importante como la vida de una persona. Primero nos explicaron en qué consiste una acogida. Hasta ese momento no lo teníamos muy claro, así que intentaré resumirlo aquí para todos aquellos que podáis tener un cierto interes. Una acogida es hacerte cargo de un menor durante un periodo de tiempo, tutelado por la Administración. Es una medida cautelar que se aplica a todos aquellos niños que, por los motivos que sean, no pueden ser atendidos por sus padres o familia directa, y que para evitarles el trance de ir a un horfanato, aunque ahora les llamen de otra manera, los dejan al cuidado de familias de acogida.
Nos explicaron que existen tres tipos de acogida:
Todo fue muy rápido. No recuerdo muy bien la cronología exacta, pero si llamamos a la AIF un martes, por ejemplo, el jueves de la misma semana ya teníamos la primera cita.
Nos atendieron dos psicólogas, no sé porqué casi siempre las tareas más importantes de la vida están a cargo de las mujeres, menos mál, pues como decía, nos antedieron dos psicólogas de las que no diré sus nombres por una cuestión básica de seguridad, y que lo hicieron de manera exquisita.
En seguida comprendimos que esa decisión no era un juego, era una decisión tan importante como la vida de una persona. Primero nos explicaron en qué consiste una acogida. Hasta ese momento no lo teníamos muy claro, así que intentaré resumirlo aquí para todos aquellos que podáis tener un cierto interes. Una acogida es hacerte cargo de un menor durante un periodo de tiempo, tutelado por la Administración. Es una medida cautelar que se aplica a todos aquellos niños que, por los motivos que sean, no pueden ser atendidos por sus padres o familia directa, y que para evitarles el trance de ir a un horfanato, aunque ahora les llamen de otra manera, los dejan al cuidado de familias de acogida.
Nos explicaron que existen tres tipos de acogida:
- Acogida de urgencia, por un periodo de 0 a 6 meses
- Acogida de media duración, por un periodo de hasta 2 años
- Acogida de larga duración, que dura hasta que el menor acogido cumple con la mayoría de edad
Allí mismo decidimos interesarnos por la primera opción, acoger a un menor por un tiempo limitado para dar a la Administración un plazo razonable con el que solucionar su problema temporal.
El inicio de todo
Septiembre de 2005
Todo empezó como muchas de las cosas en la vida. Por causalidad.
Mi nombre es Jordi y el de mi compañera Luz. Para no extenderme en detalles íntimos ajenos a la historia, sólo diré que ambos tenemos la profunda convicción de que somos muy afortunados en la vida, y buscábamos como devolver parte de esta fortuna que nos ha sido concedida.
Ciertas actividades y actitudes ya han ido dirigidas en este camino desde hace tiempo, pero teníamos la sensación de que no era suficiente, que no estaba proporcionada la dicha recibida con lo poco que devolvíamos nosotros, por lo que siempre andábamos buscando una fórmula para igualar esta ecuación.
Tanto mi compañera como yo, ella más, somos jóvenes y no tenemos hijos. Así, un día que estaba desayunando en el bar de siempre, y leyendo el periódico como cada mañana, vi el anuncio de una campaña lanzada por la Generalitat de Catalunya en la que buscaban familias de acogida para hacerse cargo de los niños que, por desgracia, no pueden ser atendidos por sus padres o familias biológicas.
Lo consulté con Luz y su sonrisa allanó el camino. Rápidamente nos pusimos en contacto con el teléfono que aparecía en el periódico, 932310089 y la voz de una chica joven, que destilaba la fuerza de los que hacen su trabajo por vocación, nos atendió. Nos explicó que existían varios tipos de acogida y que si estábamos interesados, era tan sencillo como vernos una tarde.
Nos facilitó la dirección en Barcelona y allá nos fuímos los dos, armados sólo con un cóctel de emociones díficiles de explicar.
Todo empezó como muchas de las cosas en la vida. Por causalidad.
Mi nombre es Jordi y el de mi compañera Luz. Para no extenderme en detalles íntimos ajenos a la historia, sólo diré que ambos tenemos la profunda convicción de que somos muy afortunados en la vida, y buscábamos como devolver parte de esta fortuna que nos ha sido concedida.
Ciertas actividades y actitudes ya han ido dirigidas en este camino desde hace tiempo, pero teníamos la sensación de que no era suficiente, que no estaba proporcionada la dicha recibida con lo poco que devolvíamos nosotros, por lo que siempre andábamos buscando una fórmula para igualar esta ecuación.
Tanto mi compañera como yo, ella más, somos jóvenes y no tenemos hijos. Así, un día que estaba desayunando en el bar de siempre, y leyendo el periódico como cada mañana, vi el anuncio de una campaña lanzada por la Generalitat de Catalunya en la que buscaban familias de acogida para hacerse cargo de los niños que, por desgracia, no pueden ser atendidos por sus padres o familias biológicas.
Lo consulté con Luz y su sonrisa allanó el camino. Rápidamente nos pusimos en contacto con el teléfono que aparecía en el periódico, 932310089 y la voz de una chica joven, que destilaba la fuerza de los que hacen su trabajo por vocación, nos atendió. Nos explicó que existían varios tipos de acogida y que si estábamos interesados, era tan sencillo como vernos una tarde.
Nos facilitó la dirección en Barcelona y allá nos fuímos los dos, armados sólo con un cóctel de emociones díficiles de explicar.
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