dilluns

La primera ducha, las primeras dudas

Con la llegada a casa de Arantxa, comenzaron los grandes acontecimientos.

Todo para ella, y para nosotros, era nuevo, todo pasaba por primera vez. Ha de ser maravilloso tener la mente blanca, limpia como un disco sin formatear, en la que todo se imprima por primera vez. La primera vez que respiras, que sientes calor o frío, agua por tu cuerpo. Es tan díficil para nosotros que algo nos sorprenda ya.

Llevaba apenas unas horas en casa y no sabíamos qué hacer. Acudimos a las fuentes más fiables, mi hermana, que tiene dos hijos, mi padre, en el mismo caso, amigos, conocidos, internet, sólo nos faltó llamar al 11818. Cada fuente nos daba una versión diferente para la gran pregunta, ¿la bañábamos o no?

Era tan pequeña que cabía en la palma de mi mano, y no soy pelotari, sino contable, así que cuando cogí práctica, la aguantaba en la mano izquierda mientra la limpiaba con la derecha. Ahora me parece imposible haber vivido eso.

En esa duda tan importante estábamos cuando apareció un nuevo actor en escena, bueno, una actriz. Se presentó la tía de mi compañera, emocionada como nosotros o más, y sin tantos preámbulos la agarró y la metió debajo de la ducha, con un cuidado extraordinario, pero la bañó por primera vez.


A Arantxa, mucho, mucho, no pareció gustarle. Hoy sin embargo, cuando oye el agua correr, se emociona hasta el punto que debemos meterla en agua para que no empiece a gritar. De hecho creo que llegará, si crece, a ser una buena nadadora.

Después le dimos la extraordinaria cantidad de 30 ml. de leche en polvo ¡¡y durmió casi tres horas!!

Habían empezado nuestras noches de guardia. Ni siquiera cuando estuve en la mili, porque yo fui de los últimos obligados, recuerdo haber hecho tantas imaginarias.

Doy gracias en este bloc por primera vez a Luz, una persona con un corazón tan grande que no cabe ni en el ciberespacio. No es la única vez que lo diré, pero ahí me demostró de nuevo, por si albergaba dudas, con quién estoy compartiendo mi vida. Ella llevó el peso grande para que yo pudiese descansar lo máximo que permitía la situación, y no ir a trabajar al día siguiente con unas ojeras del tamaño de mi melena.