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Las visitas con la familia biológica

La primera visita con la familia biológica fue todo un acontecimiento para nosotros. Arantxa tenía entonces tres semanas y durante ese tiempo sólo había "visto" a su mamá los tres primeros días de vida.

Muchas veces durante esta fascinante experiencia nos hemos puesto en la piel de la madre de Arantxa. No tenemos muchos datos de sus padres, pero que su capacidad, digamos social, fuese insuficiente no indica que también lo fueran sus sentimientos.

No creo que nadie pueda comprender el dolor que debe sentir una madre al verse arrebatada de su hija cuando todavía sus mamas no han dejado de producir leche.

Con estos planteamientos nos presentamos a la primera visita. Vestimos a la nena con ropa que, aún siendo de su edad, le iba grande. Un vestido rosa fucsia con un delantal verde pistacho y sus primeros zapatos. Ni siquiera abría los ojos. Nos la comimos a besos y le hicimos mil fotos.

La entrega de la niña a los padres se realiza a través de una cuidadora que es quien la lleva ante ellos, de manera que nosotros siempre quedamos al margen de las visitas. Éstas duran una hora y se hacen siempre en la sede de la Generalitat de Catalunya para la infancia, no sé muy bien el nombre exacto, pero es un edificio enorme, de ventanas gemelas en el que cualquier intento por destacar es inmediatamente tragado por el conjunto.

La dejamos a la hora prevista y nos fuimos a comer. Huelga decir que los nervios pudieron al hambre. A Arantxa la preparamos bien, la cambiamos y le dimos de comer, pero no todo su biberón, que dejamos preparado para que la mamá gozase del placer de alimentar a su hija aunque fuese durante unos minutos.

Al cabo de una hora y cuarto nos devolvieron a Arantxa. La cuidadora, una niña de una calidad humana extraordinaria, nos explicó un poco como había ido la visita. Desconcierto, emoción, rabia, ansiedad, y miedo, mucho miedo. Miedo de no saber si volverían a ver a su hija. En las primeras visitas, los padres, porque acudieron los dos, estaban a prueba. Los técnicos evaluarían a partir de esas visitas con Arantxa la capacidad real de ellos para hacerse cargo de su hija.

¿Cómo sobreponer la claridad de ideas en alguien que no la tiene habitualmente, y además en una situación de pánico? Era imposible que saliese bien.

Desde esta visita se han sucedido doce o trece más, el resultado en todas ha sido un poco diferente. Arantxa, después de ver a su madre ha llegado a estar un par de días incluso sin comer. Y sólo compartía con ella una hora. Tanto Luz como yo le hemos enviado todo nuestro cariño a esa mujer, porque ella ha sido una de las mayores portadoras de la mochila de la pena.

Para nosotros las visitas siempre fueron un motivo de alegría, y también una especie de pequeño examen a nuestra labor por parte de la verdadera madre de Arantxa. Desde aquí le enviamos un beso y un abrazo enorme, y esperamos que sepa perdonar que nosotros hayamos disfrutado de la compañía de su hija. Ojalá las circunstancias hubiesen sido otras, pero la vida es extraña muchas veces, y en este caso no ha sido una excepción.

Nosotros, padres sin serlo, hemos disfrutado del amor absoluto a una niña que no era nuestra hija, mientras sus verdaderos padres no han podido hacerlo, y al final, unos terceros han sido los depositarios de tanta fortuna. ¿Es o no extraño?

Yo me pregunto muchas veces, en este blog ya lo he hecho varias y en otros escritos también, cómo es posible que una cosa tan sencilla en apariencia como tener padres, se complique tanto. ¿Y cómo es posible que a una persona que no tiene ni un sólo gen directo nuestro, la hayamos amado de esta forma?

Es mejor creer en el destino.