dimarts

La peor frase

De todas las cosas que hemos escuchado en este tiempo, reconozco que hay una que me molesta. Casi con toda seguridad, es la que más me molesta.

La mayor parte de la veces, sobre todo cuando la gente asegura que Arantxa se parece a nosotros, no decimos nada, ni damos ninguna explicación al respecto. Lo aceptamos como una pequeña broma entre Luz y yo, y aseguramos al interlocutor de turno que estamos muy contentos de que la niña se parezca tanto a "sus padres". Lo hacemos sin ninguna malicia, la verdad, pero es divertido y además nos ahorra dar explicaciones breves sobre un tema tan complejo.

El problema y la causa de mi molestia viene cuando nos explicamos. Hay otras veces, con gente de más confianza o trato, o en reuniones en las qué, sin que seamos nosotros los informadores, el resto de la gente ya se ha enterado por terceros de la situación de Arantxa, cuando oímos la frase de rigor, "pobrecita", o como decimos en Catalunya, "pobreta la nena".

Me molesta. Nos molesta.

¿Por qué pobrecita? ¿Qué clase de falsa piedad implica esa frase? Muchas veces, más que la frase en sí, lo doloso es la entonación. Una entonación que implica acusación a su estado. Al principio reconozco que tenía más paciencia y que en muchas ocasiones intentaba incluso explicar que Arantxa no es "pobrecita", sino un ángel con mucha suerte, toda la suerte de la que es capaz de atesorar un ser vivo blanco en un país avanzado.

¿Pobrecita por qué, por estar viva, por estar con una familia que la quiere, por qué irá con otra familia que la querrá aún más? ¿Por qué esa entonación que pone a la niña en un escalón diferente al resto?.

Arantxa, y todos los niños que están en su situación, han tenido quizá la desgracia de no poder vivir (aunque sea de manera temporal) con sus padres biológicos, pero yo me pregunto, ¿es acaso una ventaja estar con los padres biológicos?, ¿es necesario a estas alturas de la vida recordar la cantidad de niños "no pobrecitos" que viven o han vivido con sus padres biológicos y que no han sido felices?

Lo único que hace desgraciado a una persona en la vida es la falta de amor, y Arantxa, como todos sus "hermanos", está colmada de amor, repleta hasta las arrugas más pequeñas de su cuerpo.

Así pues, pido disculpas por mi falta de tacto en ocasiones, pero también quiero compartir con todos los que puedan leer estas palabras mi reflexión. No juzguemos. Ni a los niños ni a los padres. Una persona amada nunca es "pobrecita", es rica y próspera.

Así nos sentimos Luz y yo, ricos y prósperos, plenos como un odre del amor de Arantxa.

dimecres

Ejercer de padres sin complejos

Todavía hoy me sorprendo de lo sencillo que ha sido ejercer de padres. La verdad es que yo nunca lo había hecho, sí Luz con un hermanito suyo al que le hizo de mamá durante un tiempo, pero tanto a uno como al otro nos ha resultado muy fácil tener paciencia y amar con locura a Arantxa.

No negaré que muchas veces, mientras la cubría a besos como si le fuesen a impregnar la piel cual tinta mágica en un tatuaje imborrable, pensaba que no estaba bien, que no debería querer tanto a una niña que no nos pertenecería más allá de unos meses, pero cómo iba a negarme el placer tan inmenso que supone besar a un bebé. No podía.

Quizá ahora el dolor sería menor, no lo sé, pero la sensación de no haber hecho bien la faena a la que nos comprometimos de corazón, ocuparía el lugar que ahora sólo se llena con la satisfacción. Muchas veces hablamos con Luz que no debíamos "comprometernos" tanto con Arantxa, pero qué sabe ella de todo este mundo de adultos en el que nada es lo que parece. ¿Quién iba a explicarle a la niña que los que ahora veía como sus padres no podían quererla del todo porque en un tiempo iniciaría otra vida apartada de ellos?

Nunca, ni un sólo segundo, le hemos negado a Arantxa todo el amor que hemos sido capaces de dar, y después de una larga conversación con Luz, que duró unas tres millonésimas de segundo, convinimos en ejercer de padres sin ningún tipo de complejo. Así hemos paseado nuestro orgullo de compartir la vida con Arantxa allí donde hemos ido, y hemos podido vivir diez meses maravillosos.

El cariño dado ha sido devuelto elevado a la enésima potencia, ya que cada vez que la vemos en sus fotos jugar, durmiendo, disfrutando de su baño, o cualquiera de las actividades que realizaba, su rostro es de felicidad plena, y eso, desde el más puro e íntimo de los egoísmos, nos llena con un orgullo incomparable.

¡Qué maravilloso es el egoísmo de ser padres!

divendres

Las visitas con la familia biológica

La primera visita con la familia biológica fue todo un acontecimiento para nosotros. Arantxa tenía entonces tres semanas y durante ese tiempo sólo había "visto" a su mamá los tres primeros días de vida.

Muchas veces durante esta fascinante experiencia nos hemos puesto en la piel de la madre de Arantxa. No tenemos muchos datos de sus padres, pero que su capacidad, digamos social, fuese insuficiente no indica que también lo fueran sus sentimientos.

No creo que nadie pueda comprender el dolor que debe sentir una madre al verse arrebatada de su hija cuando todavía sus mamas no han dejado de producir leche.

Con estos planteamientos nos presentamos a la primera visita. Vestimos a la nena con ropa que, aún siendo de su edad, le iba grande. Un vestido rosa fucsia con un delantal verde pistacho y sus primeros zapatos. Ni siquiera abría los ojos. Nos la comimos a besos y le hicimos mil fotos.

La entrega de la niña a los padres se realiza a través de una cuidadora que es quien la lleva ante ellos, de manera que nosotros siempre quedamos al margen de las visitas. Éstas duran una hora y se hacen siempre en la sede de la Generalitat de Catalunya para la infancia, no sé muy bien el nombre exacto, pero es un edificio enorme, de ventanas gemelas en el que cualquier intento por destacar es inmediatamente tragado por el conjunto.

La dejamos a la hora prevista y nos fuimos a comer. Huelga decir que los nervios pudieron al hambre. A Arantxa la preparamos bien, la cambiamos y le dimos de comer, pero no todo su biberón, que dejamos preparado para que la mamá gozase del placer de alimentar a su hija aunque fuese durante unos minutos.

Al cabo de una hora y cuarto nos devolvieron a Arantxa. La cuidadora, una niña de una calidad humana extraordinaria, nos explicó un poco como había ido la visita. Desconcierto, emoción, rabia, ansiedad, y miedo, mucho miedo. Miedo de no saber si volverían a ver a su hija. En las primeras visitas, los padres, porque acudieron los dos, estaban a prueba. Los técnicos evaluarían a partir de esas visitas con Arantxa la capacidad real de ellos para hacerse cargo de su hija.

¿Cómo sobreponer la claridad de ideas en alguien que no la tiene habitualmente, y además en una situación de pánico? Era imposible que saliese bien.

Desde esta visita se han sucedido doce o trece más, el resultado en todas ha sido un poco diferente. Arantxa, después de ver a su madre ha llegado a estar un par de días incluso sin comer. Y sólo compartía con ella una hora. Tanto Luz como yo le hemos enviado todo nuestro cariño a esa mujer, porque ella ha sido una de las mayores portadoras de la mochila de la pena.

Para nosotros las visitas siempre fueron un motivo de alegría, y también una especie de pequeño examen a nuestra labor por parte de la verdadera madre de Arantxa. Desde aquí le enviamos un beso y un abrazo enorme, y esperamos que sepa perdonar que nosotros hayamos disfrutado de la compañía de su hija. Ojalá las circunstancias hubiesen sido otras, pero la vida es extraña muchas veces, y en este caso no ha sido una excepción.

Nosotros, padres sin serlo, hemos disfrutado del amor absoluto a una niña que no era nuestra hija, mientras sus verdaderos padres no han podido hacerlo, y al final, unos terceros han sido los depositarios de tanta fortuna. ¿Es o no extraño?

Yo me pregunto muchas veces, en este blog ya lo he hecho varias y en otros escritos también, cómo es posible que una cosa tan sencilla en apariencia como tener padres, se complique tanto. ¿Y cómo es posible que a una persona que no tiene ni un sólo gen directo nuestro, la hayamos amado de esta forma?

Es mejor creer en el destino.

dimecres

Los primeros biberones, el gran problema

Cuando apenas llevaba Arantxa con nosotros una semana, vimos que algo no funcionaba bien.

Comía con muchísima lentitud y apenas llenaba los pañales con la, digamos, fluidez aconsejable. Poco a poco, su barriguita se empezó a hinchar y nos asustamos.

Rápidamente la llevamos al pediatra asignado de la seguridad social, (desde aquí le doy las gracias a la doctora porque desde el primer día su trato ha sido EXQUISITO, muchas gracias doctora) y nos avisó, tras alguna prueba de urgencia, que Arantxa padecía alergia o intelorancia a la lactosa. Como ni yo ni Luz estábamos en disposición de ofrecer el pecho a la niña, ésta siempre se ha alimentado de biberón.

Las primeras leches que conseguimos en la farmacia sin lactosa, sólo al olor, eran profundamente desagradables. El color blanco propio de la leche dio paso a un marrón pajoso de textura y olor parecidos a cualquier cosa, menos a la leche. Arantxa decidió que esos inventos se los tomara otra persona, y así estuvimos casi una semana que tomaba un par de sorbos de biberón cuando el hambre la acuciaba, pero que se negaba a tomar apenas al segundo trago del mejunje.

Por fin, tras muchos intentos, dimos con la leche adecuada. Un invento (porque son eso) químico de textura, olor y color parecidos a la leche, pero sin lactosa. Arantxa comenzó a aceptar sus tomas con naturalidad, pero si puediéseis ver el resultado impregnado en sus pañales, os asustaríais. Sus deposiciones eran verdes y de una pestilencia impropia del culito de un bebé.

Pasamos los tres un par de meses muy complicados con ese tema. Al final la cosa se arregló, se le realizaron las pruebas de alergia y fueron negativas. Sólo se había tratado de una intolerancia grave, pero que con el tiempo se solucionaría sin problemas.

Atrás comenzaron a quedar las noches en que dormir tres horas era una suerte, y en las que Aranxta, para tomar apenas 40 cc de "leche", nos tenía una hora despiertos.

¡Ah! quiero agradecer desde aquí a nuestro amigo José uno de los regalos más útiles de todos los que nos hicieron. Nos regaló un fantástico CALENTADOR de BIBERONES, si no hubiese sido por él ...

Un aparte

Hola,

Este comentario no está relacionado directamente con la historia de Arantxa, pero he decidido compartirlo con vosotros.

Cuando comenzamos a escribir este blog no sabíamos qué podía pasar, de hecho creímos que no pasaría nada porque pensamos que apenas cuatro amigos serían lo suficientemente curiosos para leer el desarrollo, sin embargo nuestra sorpresa ha sido que recibimos correos de gente, felicitando unos y comentando otros, acerca de nuestra historia.

Hoy ha ocurrido algo más, un paso más allá, y ha sido el encuentro personal con una amiga que ha leído el blog. Buscando, supongo, ha encontrado nuestra experiencia y me ha reconocido en la foto del biberón.

Bien, su experiencia, que ha compartido con toda naturalidad como si fuésemos amigos de toda la vida (así me consideró ya, por supuesto) ha sido, como decimos en Catalunya, culpidora. Quizá una traducción correcta sería que su experiencia me ha golpeado en la culpa, o algo parecido. Mi amiga me ha explicado que ella fue adoptada por una pareja que, ante la imposibilidad de tener hijos naturales y como último recurso para salvar su matrimonio, decidieron dar el paso de adoptarla.

Ha sido terrible, porque es una niña que ha vivido en varias familias y que a sus treinta y pocos años, no tiene identidad, o eso dice ella, ya que yo creo que quizá no tenga claro el origen, pero la identidad es algo innato a la existencia. Es una chica guapa, de cuerpo bonito, culta y agradable, cualquiera de nosotros, del sexo "dominante" (perdón, perdón, perdón) se giraría a mirarla al pasar, pero ella no sabe quién es.

La reflexión que me gustaría compartir desde aquí es ésta, ¿el egoísmo que implica la decisión de tener o adoptar a un hijo, la estamos tomando desde la profunda convicción de que seremos capaces de dar la vuelta a ese egoísmo extremo hasta convertirnos en unos donantes de amor incondicional?

Hoy las calles de nuestras ciudades están llenas de familias apartadas del arcaico modelo conservador de papá, mamá, hijo, hija. Hoy vemos toda clase de combinaciones posibles, y me parece lo más emocionante y maravilloso que puede darnos la vida, la complejidad y la diversidad, ¿pero está el amor sujeto a estas "modas"? La experiencia de mi amiga me ha llevado a preguntarme si somos conscientes de lo importante que es algo tan básico y sencillo en apariencia, como tener padre y madre, o uno de los dos, o dos de cada, que nos quieran.

La vida de un ser no puede estar sujeta a una moda, como adoptar, o al hecho de que nuestra amiga del alma haya tenido un bebé y nosotros queramos tener una habitación como la que han hecho ellos.

Tener un bebé, o cuidarlo, porque para mí eso es lo importante, es el acto supremo mayor que puede realizar una persona a lo largo de su vida. Lo primero es el crecimiento interno de cada uno, pero lo segundo en escalafón es la dedicación y el amor entregado a un niño. No nuestras fustraciones y anhelos, sino el amor de dar y respetar esa vida como propia del niño, y no nuestra.

¿Tendría problemas de identidad mi amiga si hubiese sido amada por su familia adoptiva?, yo creo que no, con toda sinceridad, no veo relación entre el genoma y la identidad, porque ésta va ligada al amor recibido, a saber quien eres a través de quien te ha amado y no por el color que han trasmitido a tus ojos.

Un beso desde aquí para ella.