dimecres

La eterna pregunta

En todas las reuniones de padres de acogida a las que hemos acudido, otros casos con los que hemos podido compartir, y nuestra propia experiencia, nos indican que recibimos la dichosa preguntita con una cadencia equivalente a las pulsaciones de un ciclista en plena ascensión del Tourmalet.

¿Y no os da pena cuando se vaya?, o peor aún en otra de sus variantes, ¿y no os da pena cuando OS LA QUITEN?.

Quizá la única reflexión útil que se me ocurre es que no comprendo porqué todo el mundo utiliza el presente indicativo del verbo dar, en lugar de su conjugación correcta en futuro simple, dará.

Pero fuera ironías, por las que pido sinceras disculpas, sí que es cierto que es una pregunta que se nos repite de forma continua a los padres de acogida sin diferencia. Nosotros partimos del supuesto de que nadie lo hace con ánimo de ofensa, sino con sorpresa ante lo que culturalmente consideran un derecho, la propiedad sobre los hijos. No puedo entenderlo de otra manera.

Quizá una de las mejores respuestas que se nos ha ocurrido desde nuestra experiencia, sea esbozar una estúpida sonrisa, y pasar de puntillas sobre el tema, ya que esa pregunta encierra de forma muy sibilina todo el quid de la questión, que es el motivo íntimo de cada uno de nosotros para realizar acciones filantrópicas o de ayuda a los demás. Con esa pregunta en realidad te están retando a que te expliques, a que tamices un acto decidido por el corazón con el cedazo del cerebro, y encima permitas la interpretación fácil por parte del interlocutor de turno. No creo que sea justo.

Por eso simplemente nos atrevemos a aconsejaros que sólo entréis al trapo con aquellos a los que de verdad les pueda importar la respuesta. Fijáos sin embargo, que hasta muy entrada la conversación, nadie hará valer los derechos o las necesidades de la parte más importante en esta ecuación, el menor.

Ánimo, como muchas de las cosas en la vida, una imagen male más que mil palabras y lo que de verdad cala es el ejemplo, no la conversación.

Y por supuesto, claro que nos duele, tanto o más de lo que alguien pueda imaginar, pero la experiencia de ver como un ser indefenso, que durante un periodo de su existencia ha dependido casi al 100% de nosotros, y que nos deja para ocupar su lugar en la vida mucho mejor de lo que llegó a la nuestra, mitiga el dolor de la pérdida de alguien que en realidad nunca nos perteneció.

dimarts

Los primeros días

Los primeros días coincidieron con el inicio del año 2006, así su presentación en "sociedad" fue el día de reyes, con todos los sobrinos, tíos, abuelos, familia, etc. pendientes de una situación que creían no llegaría jamás, como era verme cambiar pañales y dar el biberón a un bebé.

Hay una frase que se le atribuye a Julio César que viene a decir algo como "toda la vida luchando para convencer a los demás de que no eres como piensan, para acabar descubriendo tú mismo que tenían razón", espero que este señor tuviese más de estratega que de filosofo, porque creo que mi familia no tenían muy claro mi capacidad para ejercer de papá. La suerte es que todas las dudas que yo les generaba, las cubría de sobras Luz, de la que sólo con escucharla hablar, ya se le adivina un capacidad de amar enorme.

A las noches sin descanso, que no fueron muchas, se sucedían los días de lloros, que fueron más.

Arantxa era una niña muy nerviosa, muchísimo, que lloraba a la mínima y no soportaba estar desnuda. Eso fue un calvario para la pobre, cada vez que le teníamos que cambiar el pañal, o bañarla, su reacción era de extremo nerviosismo.

Luz y yo pusimos en marcha un cuadrante, que ha durado hasta el final de la acogida, mediante el cual nos partíamos la responsabilidad de la niña unos días por semana cada uno, lo que nos permitía continuar con nuestras cosas y no apartartarnos del todo de la vida "conocida". Así pues, siguiendo el cuadrante, un día que estábamos en casa sólo Arantxa, el gato y yo, me dispuse a bañarla, cuando acabé, después de secarla y justo antes de calzarla en los pañales reglamentarios, madame Arantxa imprimió un nuevo ritmo en su cadencia de lloro, aumentó los decibelios y la durada de cada grito, tanto así que en uno de ellos se olvidó de respirar. ¡El susto que me dio fue tremendo! Con perdón de la expresión, me acojoné, sólo se me ocurrió agarrarla por los muslos y zarandearla. Después leí en una revista al uso que ése era el método, pero el momento no se lo aconsejo a nadie.

Quizá esa fue la experiencia más horrible para mí en los primeros días, pero no para ella, a quien le faltaba pasar una dura prueba, como quien dice, nada más nacer.

dilluns

El resto de la familia

La expectación que nuestra decisión causó en la familia fue grande, tanta como incredulidad. Luz y yo decidimos no comunicar a nadie la intención de dar este paso, hasta que estuvimos a punto de recibir a Arantxa.

Preferimos entonces, y ahora lo haríamos igual, no decir nada a nadie. Era una decisión tan importante y tan íntima que sólo nos pertenecía a los dos, y así queríamos que fuera hasta que fuésemos tres, o más, porque en un principio no sabíamos si vendría uno o dos menores a nuestra casa.

El motivo principal para no comunicar nada fue que no queríamos vernos "contaminados" con las opiniones de los demás. Normalmente, cuando comunicas algo a la gente, no se dedican a animarte y decirte "muy bien, felicidades, me alegro" y punto, por causa de un gen todavía no identificado, tendemos a dar nuestra opinión aunque nadie nos la haya solicitado, y queríamos evitar ese trance.

De hecho, una vez conocida nuestra decisión y ante la inminencia de la entrega, comenzó la larga retahila que todavía hoy escuchamos, y que merecerá un apartado propio en este blog, "¿y no os da pena cuando se vaya? Yo no podría". ¡Es que nadie te ha preguntado que podrías hacer tú!, eso era lo que me daban ganas de contestar una y otra vez, pero la cortesía obliga y por respuesta damos una estúpida sonrisa acorde a la pregunta.

Incluso ahora, con diez meses de vida entre nosotros, somos un poco reacios a dejarnos ver mucho en familia con Arantxa, porque creemos que la decisión de tenerla y cuidarla nos pertenece a nosotros, así como nos pertenecerá el inmenso dolor de dejarla. Una rotura interna tan profunda que esperamos que seamos capaces de curarnos el uno al otro, porque sólo de pensarlo ya me cuesta respirar. Por eso no hemos querido compartir mucho a Arantxa con los nuestros, para evitarles sufrir ese desgarro.

Creo que lo han comprendido y que también nos han comprendido a nosotros. No todos, claro, la opinión y el juicio son libres, pero nosotros estamos convencidos que hemos hecho lo mejor. Es difícil explicar a los demás algo tan intenso y emocionante como cuidar a un ser indefenso sin nada a cambio, en teoría claro, porque lo que hemos recibido en estos diez meses es comparable a lo que le hemos dado elevado a la enésima potencia. No se puede explicar la emoción de vivir con Arantxa.

























La expectación, como puede verse, fue máxima para todos.

La primera ducha, las primeras dudas

Con la llegada a casa de Arantxa, comenzaron los grandes acontecimientos.

Todo para ella, y para nosotros, era nuevo, todo pasaba por primera vez. Ha de ser maravilloso tener la mente blanca, limpia como un disco sin formatear, en la que todo se imprima por primera vez. La primera vez que respiras, que sientes calor o frío, agua por tu cuerpo. Es tan díficil para nosotros que algo nos sorprenda ya.

Llevaba apenas unas horas en casa y no sabíamos qué hacer. Acudimos a las fuentes más fiables, mi hermana, que tiene dos hijos, mi padre, en el mismo caso, amigos, conocidos, internet, sólo nos faltó llamar al 11818. Cada fuente nos daba una versión diferente para la gran pregunta, ¿la bañábamos o no?

Era tan pequeña que cabía en la palma de mi mano, y no soy pelotari, sino contable, así que cuando cogí práctica, la aguantaba en la mano izquierda mientra la limpiaba con la derecha. Ahora me parece imposible haber vivido eso.

En esa duda tan importante estábamos cuando apareció un nuevo actor en escena, bueno, una actriz. Se presentó la tía de mi compañera, emocionada como nosotros o más, y sin tantos preámbulos la agarró y la metió debajo de la ducha, con un cuidado extraordinario, pero la bañó por primera vez.


A Arantxa, mucho, mucho, no pareció gustarle. Hoy sin embargo, cuando oye el agua correr, se emociona hasta el punto que debemos meterla en agua para que no empiece a gritar. De hecho creo que llegará, si crece, a ser una buena nadadora.

Después le dimos la extraordinaria cantidad de 30 ml. de leche en polvo ¡¡y durmió casi tres horas!!

Habían empezado nuestras noches de guardia. Ni siquiera cuando estuve en la mili, porque yo fui de los últimos obligados, recuerdo haber hecho tantas imaginarias.

Doy gracias en este bloc por primera vez a Luz, una persona con un corazón tan grande que no cabe ni en el ciberespacio. No es la única vez que lo diré, pero ahí me demostró de nuevo, por si albergaba dudas, con quién estoy compartiendo mi vida. Ella llevó el peso grande para que yo pudiese descansar lo máximo que permitía la situación, y no ir a trabajar al día siguiente con unas ojeras del tamaño de mi melena.

diumenge

No juzguemos

Esta cita, que parece recuperada del Nuevo Testamento, es una de las cosas más importantes que debe aceptar una familia de acogida.

Una de las cosas que nos enseñan en el cursillo previo a la acogida, es que no debemos juzgar a los padres biológicos ni a sus familias. La vida es un carrusel de sorpresas, y no todo el mundo sabe o tiene la opción de escoger siempre lo más sensato.

No todos los niños que van en acogida son hijos de padres maltratadores, o presidiarios, o drogadictos, o gente de mal vivir, como los denominaba el gran Quevedo. Todos podríamos ser, en un momento u otro, padres a los que nos fuesen retirados nuestros hijos.

Muchos de los que estéis leyendo esto pensaréis que con vosotros eso sería imposible. Bien, os voy a relatar, muy brevemente, una de las historias reales que hemos conocido. Estos son los protagonistas, una pareja, ella empleada de banca y él directivo de una empresa, bien situados económicamente y padres de dos niños preciosos. Un día, volviendo de un fin de semana de la casa de la playa tuvieron un accidente de tráfico. Un terrible accidente que acabó con la vida del marido y de los padres de él. En el coche viajaban el matrimonio, los padres de él, y los dos niños.

La mamá quedó sola, no era de aquí, con su marido muerto y dos niños pequeños a su cargo. La dureza del trance la postró, la destrozó como bien hubiese hecho con cualquiera de nosotros, y entró en una profunda depresión. Cogió la baja y se encerró en casa con sus dos niños pequeños, a los que no atendía, no daba de comer, ni bañaba, nada. Sólo lloraba la pérdida terrible que había sufrido. La escuela de los niños dieron aviso a la administración, que retiró de inmediato a los pequeños. Estuvieron con una familia de acogida por un periodo de seis meses hasta que la madre se recuperó, y con ella a sus hijos.

La historia es terrible, desde luego, pero qué hubiese sido de esos niños si no hubiesen podido estar con otra familia que los cuidara, y quién es suficientemente osado para afirmar que eso no le podría pasar a él.

Por eso os pido, igual que nos pidieron a nosotros, que no juzguéis. No seais miembros del grupo de gente que pide una ligadura de trompas en masa al más puro estilo de otras épocas y de otros lugares.

La vida viene como viene, y si no hubiese sido por un polvo incontrolado de alguna pareja en un momento de pasión, la mitad de los que somos, no seríamos, y que levante la mano el que hubiese preferido que sus padres utilizaran un preservativo ese día. Así que esa pareja, que dio vida a Arantxa, aunque no tengan la capacidad para ejercer de padres, para nosotros son dos personas a quien agradecer con toda el alma la vida que generaron.

Y esperamos que su hija así lo vea cuando tenga la capacidad de análisis.

Llegó el momento

Diciembre 2005

Nos avisaron al cabo de muy poco tiempo, apenas un mes y medio, que nuestra solicitud de ser familia de acogida había sido aprobada por la Generalitat de Catalunya.

A partir de entonces, sólo esperar nuestro turno. Por desgracia, y como podéis ver en el link de la derecha, en Catalunya, en nuestra gran Catalunya, si algo falta son familias de acogida, así que fue todo muy rápido.

Nos explicaron, un poco por encima, el caso de nuestra niña de acogida. Una madre algo mayor, sin preparación psiquica para cuidar de un bebé, estaba a punto de dar a luz. Los psicólogos de la administración ya la habían convencido de que lo mejor para el bebé era que ella renunciase como mínimo a su custodia, y después de algún contratiempo, esta señora les hizo caso.

Así pues, un hermoso y pequeño bebé de tres días entró en nuestra vida por la puerta grande.

No deseamos, ni nos está permitido, revelar nada acerca de su identidad, así que a partir de ahora llamaremos a la niña Arantxa. También presentaremos alguna foto en la que su rostro estará desfigurado. El mío no, soy así.


Éste fue su primer biberón.

Pesaba tres kilos y no recuerdo su medida exacta, pero era más bien pequeñita porque me cabía entre mi mano y el antebrazo.

Nos facilitaron también la documentación básica necesaria para hacer vida con ella, la tarjeta sanitaria, la partida médica de nacimiento y una autorización de la administración que nos identificaba como padres de acogida. Estaba totalmente sana y nosotros en absoluta contradicción, felices por tener esa maravilla en los brazos, y muy apenados por los sentimientos de su madre, que era quien debería gozarla.

Después vendrían las noches en vela, los cólicos, y las intolerancias alimenticias, pero también los besos, las caricias, las miradas, y el instinto brutal de protección que surge de no sé dónde y que ahora, escribiendo en la distancia, me hace poner la piel de gallina y los ojos vidriosos.

dissabte

Más entrevistas

Octubre 2005

Después de la primera visita se sucedieron media docena más.

Fueron visitas emotivas. Siempre juntos, mi compañera y yo, nos reuníamos con las dos técnicas que nos evaluaban. Nos hicieron preguntas de toda índole, incluso en algunos momentos fueron absolutamente sorprendentes.

A nosotros nos vinieron muy bien a nivel de pareja porque aprendimos cosas el uno del otro que desconocíamos por completo.

Esas visitas siempre se realizaron en las instalaciones de la asociación, y duraron entres dos y tres horas cada una. No fueron pesadas, insisto, sino emotivas y sorprendentes. Nos preguntaron por nuestros padres, por nuestra infancia, por nuestra relación, por nuestras intenciones y motivos, en fin, muchas cosas importantes que les permitieron llevar a cabo su informe.

En un mes habíamos finalizado, y en ningún momento nos preguntaron por nuestros ingresos, ni tuvimos que presentar declaración de renta, ni nóminas, ni nada por el estilo.

La documentación que presentamos también fue muy sencilla, ahora no la recuerdo muy bien, pero un informe médico, un informe de penales y una solicitud de acogida redactada y firmada por nosotros.

¿Quién o quiénes pueden acoger?

En principio todo el mundo está en capacidad de ser una "familia" de acogida.

Cualquier persona o pareja puede iniciar una acogida. Nosotros hemos tenido la dicha de conocer a señoras solas, chicos jóvenes, parejas con varios hijos, parejas sin hijos (como nosotros), personas divorciadas con o sin hijos a su cargo. En fin, la única combinación indispensable para querer iniciar una acogida, es quererlo.

Por supuesto, un grupo de técnicos evalúan si esa acogida puede prosperar o no, pero creo que no son muy estrictos porque incluso nos han dejado acoger a nosotros.

Fuera bromas, es muy importante la labor de selección previa a la acogida, puesto que de su decisión dimana la guarda y custodia de un ser necesitado.

Las primeras entrevistas

Septiembre de 2005

Todo fue muy rápido. No recuerdo muy bien la cronología exacta, pero si llamamos a la AIF un martes, por ejemplo, el jueves de la misma semana ya teníamos la primera cita.

Nos atendieron dos psicólogas, no sé porqué casi siempre las tareas más importantes de la vida están a cargo de las mujeres, menos mál, pues como decía, nos antedieron dos psicólogas de las que no diré sus nombres por una cuestión básica de seguridad, y que lo hicieron de manera exquisita.

En seguida comprendimos que esa decisión no era un juego, era una decisión tan importante como la vida de una persona. Primero nos explicaron en qué consiste una acogida. Hasta ese momento no lo teníamos muy claro, así que intentaré resumirlo aquí para todos aquellos que podáis tener un cierto interes. Una acogida es hacerte cargo de un menor durante un periodo de tiempo, tutelado por la Administración. Es una medida cautelar que se aplica a todos aquellos niños que, por los motivos que sean, no pueden ser atendidos por sus padres o familia directa, y que para evitarles el trance de ir a un horfanato, aunque ahora les llamen de otra manera, los dejan al cuidado de familias de acogida.

Nos explicaron que existen tres tipos de acogida:
  • Acogida de urgencia, por un periodo de 0 a 6 meses
  • Acogida de media duración, por un periodo de hasta 2 años
  • Acogida de larga duración, que dura hasta que el menor acogido cumple con la mayoría de edad

Allí mismo decidimos interesarnos por la primera opción, acoger a un menor por un tiempo limitado para dar a la Administración un plazo razonable con el que solucionar su problema temporal.

El inicio de todo

Septiembre de 2005

Todo empezó como muchas de las cosas en la vida. Por causalidad.

Mi nombre es Jordi y el de mi compañera Luz. Para no extenderme en detalles íntimos ajenos a la historia, sólo diré que ambos tenemos la profunda convicción de que somos muy afortunados en la vida, y buscábamos como devolver parte de esta fortuna que nos ha sido concedida.

Ciertas actividades y actitudes ya han ido dirigidas en este camino desde hace tiempo, pero teníamos la sensación de que no era suficiente, que no estaba proporcionada la dicha recibida con lo poco que devolvíamos nosotros, por lo que siempre andábamos buscando una fórmula para igualar esta ecuación.

Tanto mi compañera como yo, ella más, somos jóvenes y no tenemos hijos. Así, un día que estaba desayunando en el bar de siempre, y leyendo el periódico como cada mañana, vi el anuncio de una campaña lanzada por la Generalitat de Catalunya en la que buscaban familias de acogida para hacerse cargo de los niños que, por desgracia, no pueden ser atendidos por sus padres o familias biológicas.

Lo consulté con Luz y su sonrisa allanó el camino. Rápidamente nos pusimos en contacto con el teléfono que aparecía en el periódico, 932310089 y la voz de una chica joven, que destilaba la fuerza de los que hacen su trabajo por vocación, nos atendió. Nos explicó que existían varios tipos de acogida y que si estábamos interesados, era tan sencillo como vernos una tarde.

Nos facilitó la dirección en Barcelona y allá nos fuímos los dos, armados sólo con un cóctel de emociones díficiles de explicar.